Por Pedro Martínez Pírez
A propósito del 110 aniversario del nacimiento de
la República neocolonial cubana de 1902, caracterizada por la maniobra aplicada a Cuba en la Primera Intervención Yanqui, compartimos esta entrevista concedida
por el Historiador de La Habana Eusebio Leal, a la Revista Temas:
-Eusebio, ¿República mediatizada, Seudo-rrepública o simplemente República, la cubana que nació el 20 de mayo de
1902 y terminó el Primero de enero de 1959?
-Creo que República, y que, además, es una República que nace bajo las circunstancias de no ser la hija legítima de la Revolución, sino su aborto.
Quiero decir: se había fundado una república en Guáimaro, ahí está
nuestra tradición revolucionaria, democrática. Los principios
fundamentales de nuestras esperanzas futuras se sentaron en Guáimaro, en
abril de 1869. Si observamos el proceso que vino después, vamos a ver
cómo a partir de la creación de ese territorio libre del colonialismo
español -el que el Ejército Libertador pudo sostener y donde, querramos o
no, estuvo el gobierno revolucionario con todas sus luces y sombras-, nace ese proceso.
Y se extingue cuando se declara disuelto el Gobierno Revolucionario,
no el que fenece con la paz de El Zanjón, y ni aun con el Consejo
Revolucionario que se crea después de la Protesta de Baraguá, y que
persuade a Antonio Maceo
de la necesidad de su partida al exterior, convenciéndolo de que no
perezca en una reyerta inútil, cuando ya no había esperanzas materiales y
solamente quedaba y quedaría el eco y la luz del acto moral de Baraguá;
sino el que termina después de los hitos posteriores, aun el de 1895,
con la disolución del Ejército Libertador más tarde, y con la del
gobierno presidido por Bartolomé Masó.
Podríamos analizar todos y cada uno de estos hitos: la primera
república, la cespediana; la que se extingue con el pacto de El Zanjón;
la que sobreviene con el Consejo Revolucionario, presidido por el
venerable Silverio del Prado, por Manuel Calvar, por Maceo, por Vicente
García; la que sobreviene después, en el 95, con posterioridad a la
discusión en La Mejorana entre Martí, Gómez y Maceo, en la que se debate
la forma de gobierno. Esto queda atrás en el momento en que, de hecho,
se declara disuelto el Ejército mambí, se extingue el gobierno
revolucionario, y comienza ese lapso oscuro que es la ocupación
norteamericana, enjuiciada por Máximo Gómez, de forma breve y precisa,
en su anotación del 8 de enero de ese año 1899: “tristes se han ido
ellos [los españoles] y tristes nos hemos quedado nosotros, porque un
poder extranjero los ha sustituido”.
Máximo Gómez
reconoce implícitamente que había un poder real -el español-, que a lo
largo de siglos había privado al pueblo cubano de ejercer, llegado a la
madurez de su vida, estando presentes en la sociedad cubana los
elementos formativos que la favorecían, una opción independentista -a la
que nunca tuvimos en realidad acceso-, fallido primero el intento de
que Cuba se incorporase al movimiento de liberación hispanoamericana
iniciado en México, y en todo el sur por Bolívar y
por los padres fundadores; el resultado del 68 después, y finalmente el
desastre de la intervención norteamericana, que Gómez en ese mismo
párrafo señala. En esa misma anotación, dice que es una “intervención
impuesta por la fuerza”. En esta entrevista no podemos explayarnos en
criterios diversos sobre el hecho, pero lo cierto es que los
norteamericanos llegan, eso es lo histórico; desconocen al gobierno
revolucionario; utilizan al Ejército Libertador como unos cargadores,
como unas tropas de adelanto que van limpiándoles el camino, hasta que
se esfuma la ilusión de que los americanos vienen a Cuba como aliados.
El propio Gómez -para volver a citarlo- en su célebre carta de
respuesta al Capitán General Ramón Blanco, que le insta a una alianza
entre tropas cubanas y españolas para arrojar fuera a los yanquis, le
responde: “Me asombra su atrevimiento, al proponerme nuevamente términos
de paz, cuando usted sabe que cubanos y españoles jamás pueden vivir en
paz en el suelo de Cuba. Usted representa en este Continente una
monarquía vieja y desacreditada y nosotros combatimos por un principio
americano; el mismo de Bolívar y Washington [...] Yo solo creo en una
raza: la Humanidad; y para mí no hay sino naciones buenas y malas;
España habiendo sido hasta aquí mala, y cumpliendo los Estados Unidos,
hacia Cuba, un deber de humanidad y civilización, en estos momentos”;
para, poco después, con aquella agudeza que tenía, y como hombre que
conocía demasiado la cuestión cubana por dentro, y había oído tanto a Martí,
diga: “No veo el peligro de nuestro exterminio por los Estados Unidos, a
que usted se refiere en su carta. Si así fuese: “La Historia los
juzgará”". El juicio está montado en la ocupación americana, en ese
período de ocupación -1900-1902-, cuando quedan claras todas las
intenciones; cuando estas se ponen de manifiesto, con brutalidad
absoluta, en la asamblea constituyente de 1901 en el Teatro Martí;
cuando se les advierte a los asambleístas que si no hay enmienda no hay
República. Y a la constituyente, que tenía como único objetivo -para el
cual había sido elegida-, preparar una base constitucional para la
República futura, le impone el deber de legislar sobre cómo serían las
relaciones futuras entre Cuba y los Estados Unidos, y le impone la
Enmienda Platt, que no solamente merma, sino mutila todos los atributos
de soberanía de la República que nace el 20 de mayo de 1902.
Sí, fue una República, fue reconocida por las grandes potencias, por
España, por los Estados Unidos; fue reconocida por Europa, por Japón,
por China. Ahí tenemos las cartas de reconocimiento de todas aquellas
personalidades. Fue reconocida por todos los pueblos iberoamericanos;
pero en realidad la República, como tal, no existió, porque desde el
punto de vista jurídico, el gobierno de los Estados Unidos podía
intervenir en Cuba sin consultar al Congreso ni al Presidente. Y eso lo
ejerció entre 1902 y 1905, en todas las presiones sobre el gobierno de
Tomás Estrada Palma, y de una forma brutal cuando ese propio presidente,
prevaricando de sus deberes, llama al gobierno norteamericano, en una
acción en la cual participa el Ministro de Cuba en Washington, Gonzalo
de Quesada, quien pide al presidente de los Estados Unidos la
intervención en Cuba. Ambos, Gonzalo de Quesada y Estrada Palma, eran
discípulos amados de Martí. Hasta el último momento de su vida está
refiriéndose con cariño y con afecto a Estrada, a quien él había llamado
“el cenobita de Central Valley”. En la carta del Secretario de Estado
norteamericano está citado el telegrama de Quesada que dice: “esto aquí
nadie lo sabe, solamente el Presidente y yo”.
Es decir, se hizo a espaldas del Congreso, a espaldas de los sectores
de opinión. En medio de un conflicto interno, se solicita la
intervención norteamericana. Es un acto de soberbia del presidente
Estrada Palma, al no querer reconocer los resultados de unos comicios
electorales que estaban viciados, porque la República que se entroniza
nació con todos los vicios de corrupción propios del modelo que le había
sido propuesto como fórmula de existencia. Dicen que el Presidente
norteamericano estaba muy molesto, porque la torpeza de los políticos
cubanos venía a deshacer la imagen “grande y generosa” que los Estados
Unidos habían dado ante el mundo. La nación norteamericana había
cumplido el compromiso solemne de ambas cámaras -expresado en la fórmula
de que el pueblo de Cuba es y de derecho debe ser libre y soberano- al
intervenir en Cuba. Esa libertad había sido conculcada por la Enmienda
Platt, pero quedaba una formulación pública, un teatro montado, y ese
teatro venía a ser disuelto por Tomás Estrada Palma, y eso no convenía a
los intereses norteamericanos. Ellos no querían estar aquí, la escena
maravillosa había sido la partida, la entrega de la República; pero
tuvieron que volver, y cuentan que el Presidente norteamericano le
expresó a Gonzalo de Quesada: “Dígale al presidente Palma que yo puedo
enviar ahora mismo los barcos que me pide, pero que piense en la mancha
imborrable que caerá sobre su nombre”.
-A partir del 20 de mayo de 1902 nace un nuevo Estado, y se
crea una república que usted dice que no existió en los primeros años
por la vigencia de la Enmienda Platt, pero que ha dejado una historia
con luces y sombras, a partir de Estrada Palma, pasando por José Miguel
Gómez, Menocal, Zayas, Machado…
-Nosotros podemos explicar la historia; lo que no podemos hacer es
borrarla. Cuando no se tiene el valor de explicarla, se acude al
expediente de omitirla. Yo pienso que eso es un grave error, que ha
costado muy caro a los que la han negado. Varias veces he escuchado
decir al compañero Fidel que quienes han negado su historia han
desaparecido.
No podemos dejar de pensar que el Secretario de Educación Pública del
gobierno interventor, en un período, fue Enrique José Varona. Ya
sabemos qué representa Varona en la historia de la evolución del
pensamiento cubano. Sabemos que en el momento del voto por la Enmienda o
contra la Enmienda se escinde la opinión cubana. Una posición era la de
quienes creían necesario rechazarla -recurriendo a un expediente de
heroísmo que no tenía convocatoria, porque se habían roto las bases de
unidad, y la información que podría haber permitido movilizar a muchos,
estaba fragmentada.
Otros creían que debíamos tomar lo que se nos daba y luchar por lo
que aspirábamos, o por lo que habíamos luchado siempre. Esa es una
verdad; y vamos a observar cómo, tanto en el gobierno de Tomás Estrada
Palma como en los posteriores, participa un conjunto de figuras de gran
relevancia para Cuba que no pueden ser, en forma alguna, borradas y
tijereteadas de la historia. Nos quedaríamos sin nadie si no somos
capaces de situar lo que usted ha llamado, con razón, la luz y la sombra
de un proceso. No hay posibilidad ninguna, es un proceso en el cual se
forja un sentimiento antimperialista, en que renacen con fuerza, después
de la poda, los más valiosos sentimientos patrióticos. Es un período en
el cual figuras como Juan Gualberto Gómez,
Manuel Sanguily, Enrique José Varona, por citar solamente algunos
nombres, van a librar la batalla por el análisis y la búsqueda de una
posición cubana frente a las nuevas amenazas de injerencia
norteamericana -que son en muchos casos rechazadas- y contra las
relaciones que se han creado en Cuba, precisamente por no haber
triunfado la revolución martiana “con todos y para el bien de todos”.
No estaba publicada todavía la mayor parte de la obra de Martí; por
eso comprendemos la avidez con que Mella, profundamente flechado por el
Maestro, busca testimonios martianos en las figuras sobrevivientes de la
gran gesta; por eso el papel del doctor Eusebio Hernández, por ejemplo;
una tremenda figura, no solo un gran científico, sino un gran patriota,
de primerísima línea, consejero de Maceo, compañero y amigo de casi
todos los fundadores. Hay un libro precioso con su correspondencia y con
todo lo que significó. Además, Mella lo pondera de forma
extraordinaria.
Es la etapa en que nace el movimiento obrero, en que se llevan a cabo
las primeras huelgas, en que va surgiendo, precisamente, una conciencia
proletaria en medio de las necesarias influencias, que venían de
nuestra propia matriz española o europea, como el anarcosindicalismo.
Tuvimos hasta la fortuna de tener en esa corriente a hombres de la talla
de Alfredo López, a quien Mella reverencia como una verdadera figura de
primera línea en el orden humano. Es la etapa en que se forja y nace el
primer Partido Comunista de Cuba, con un Primer Secretario que era
español y que es deportado poco después; lo cual agrega condimento a que
nuestra ruptura con España siempre fue con la España política, pero no
con la de la raíz, de la rabia y de la idea de que hablaba García Lorca;
porque de ahí nos vienen los fundadores de las organizaciones obreras,
de la masonería librepensadora y anticlerical, de las organizaciones
culturales iniciales. No olvidemos que sin esa continua relación con la
España vital no se comprendería la partida a España, apenas treinta años
después, de aquella masa de jóvenes que va a combatir por el sueño
democrático de la humanidad, en defensa de la República, y que vaya
entre ellos uno de los jóvenes más esclarecidos de su generación, Pablo
de la Torriente Brau.
Esto es muy complejo, no admite simplificación, no admite decir que
todo ha comenzado con nosotros. El movimiento encabezado por Fidel es,
como él mismo lo definió, una continuación de la revolución iniciada por
Céspedes. Esa revolución adopta, desde el 68 hasta el 59, distintas
etapas, y una de ellas es la de la lucha en el período republicano,
proclamado luego de la primera y segunda intervención norteamericana en
Cuba, y del terrible amago de intervención que sobreviene a la
revolución del 30. Hubo entonces injerencia política, pero ya no pudo
haber intervención militar con desembarco, porque ya había cristalizado
una conciencia que pone al país al borde de una verdadera y grande
revolución.
Tampoco podemos omitir que, en medio de todo eso, hay en la República
elementos vitales que luchan, por ejemplo, de una forma patriótica por
deshacer la Enmienda Platt, desde el punto de vista jurídico, y lo
logran cuando hacen que sea finalmente abolida, no como un acto de
generosidad del nuevo trato preconizado por Franklin D. Roosevelt, sino
como resultado de una gran lucha nacional, en la cual los embajadores,
los ministros cubanos -entre ellos Cosme de la Torriente- van a
desempeñar un papel muy importante para la desarticulación del aparato
jurídico de la Enmienda. Ellos logran barrenarla completamente. Además,
estaba delante el proceso revolucionario, fallido, inconcluso; pero
real, en el cual se paga el altísimo precio del exilio y muerte de
Mella, de la partida frustrada y del asesinato de Guiteras, hechos que
nos permiten pensar en el precio que paga el pueblo cubano por todo
esto.
También hay un movimiento obrero que tiene una significación enorme
en este período, con una gran ventaja para Cuba, y es que los grandes
dirigentes obreros del país, formados en el seno de aquel primer Partido
Comunista, lo fueron de una forma muy flexible. Dirigentes muy
originales porque partían de experiencias vividas muy originales, porque
cumplían sus deberes de cara a la clase trabajadora; verdaderos
dirigentes, extraordinariamente queridos por el pueblo cubano. No se
puede concebir la historia de ese movimiento sin hablar, por ejemplo, de
Jesús Menéndez, caído en plena juventud y que logró lo que parecía
imposible, en una batalla contra las más poderosas transnacionales de
aquel momento.
No podemos olvidar -en la Habana Vieja en particular- el papel de
Aracelio y de Margarito Iglesias, como no se puede olvidar el de Miguel
Fernández Roig o el de José María Pérez, por solamente citar los nombres
de los mártires.
-Durante la República se crea también la Federación
Estudiantil Universitaria (FEU), y en la Protesta de los 13 hacen
irrupción los intelectuales.
-Claro que sí, un movimiento intelectual muy fuerte que se inicia, precisamente, con aquellos jóvenes libertadores que, al concluir el proceso independentista, quedan inconformes con el destino incierto de Cuba. Entonces se produce un movimiento, y ahí está ese fermento intelectual de hombres de los que hoy estamos conmemorando los centenarios. Con nombres como Don Fernando Ortiz que, ya desde el comienzo, desde su juventud, está buscando las raíces y las claves interpretativas de la sociedad cubana; Emilio Roig de Leuschenring, “el infante terrible”, como lo llamaron; aquella generación que está en la Protesta; figuras que conocimos y nos pudieron dar un testimonio tan hermoso de aquellos años como José Zacarías Tallet y Juan Marinello, por citar algunos nombres.
-Claro que sí, un movimiento intelectual muy fuerte que se inicia, precisamente, con aquellos jóvenes libertadores que, al concluir el proceso independentista, quedan inconformes con el destino incierto de Cuba. Entonces se produce un movimiento, y ahí está ese fermento intelectual de hombres de los que hoy estamos conmemorando los centenarios. Con nombres como Don Fernando Ortiz que, ya desde el comienzo, desde su juventud, está buscando las raíces y las claves interpretativas de la sociedad cubana; Emilio Roig de Leuschenring, “el infante terrible”, como lo llamaron; aquella generación que está en la Protesta; figuras que conocimos y nos pudieron dar un testimonio tan hermoso de aquellos años como José Zacarías Tallet y Juan Marinello, por citar algunos nombres.
Tenemos a Rubén Martínez Villena, siguiendo la huella de Mella, a
quien Neruda, con tanta razón, llama “el discóbolo cubano”; detrás de
ellos, Raúl Roa y toda esa gran generación, extraordinariamente
elocuente, dotada de la capacidad de la oratoria, de la conversación,
que logran en sus tertulias en el Naranjal, en el hotel Ambos Mundos, en
el Lafayette, en el corazón de La Habana, donde se reúnen con los
viejos representantes del pensamiento cubano, con el propio Eusebio
Hernández, con Juan Gualberto, con Sanguily, con Varona. Vemos el fin de
la vida de Varona; ahí está Roa describiendo en una semblanza lo que
significó este para la juventud cubana, y cómo van a buscarlo, y cómo
Varona -despojado ya de todo, sin nada material-, se convierte en el
abanderado de esa moral, de esa ética cubana, indestructible.
Creo que sí, que hubo un movimiento de cambio, de transformación, una
generación que tuvo articulistas brillantes, caricaturistas brillantes
como Conrado Massaguer, por ejemplo; revistas espléndidas de pensamiento
cubano como Social, hasta llegar al momento crucial, ya en el 30, con
una generación aún más joven que viene detrás. Por ahí llegaremos a
Nuestro Tiempo, por ahí llegaremos a Orígenes, por ahí llegamos a toda
la pintura cubana de esa época; por ahí andamos del brazo de músicos
como Amadeo Roldán, de Caturla. Entonces, simple y sencillamente, te
diré que esa República fue extraordinariamente fecunda, en todos los
aspectos.
-¿Cuáles son los momentos o facetas de la historia de aquella
República que demandan hoy un ejercicio más acuciante de
reinterpretación o revalorización?.
-Creo que toda la historia republicana es muy importante para su
estudio; porque se corre el riesgo siempre de simplificaciones, de
reducciones muy mecánicas, en las cuales falta la capacidad de
investigar situaciones concretas nacionales e internacionales, el papel
de las grandes personalidades en la historia de Cuba, el de las
vanguardias políticas y culturales que fueron tan importantes y que
borran por completo la imagen del proceso republicano como desierto de
virtudes. En él aparecen precisamente los precursores y promotores del
proceso revolucionario en su doble vertiente; quiero decir en su
vertiente política y en su vertiente cultural.
Esta es una coincidencia muy importante en la historia de Cuba, que
marca una regularidad de la Revolución, y es la coincidencia de las
vanguardias culturales con las vanguardias políticas. Una inclinación a
los problemas sociales ha sido determinante, de forma permanente en esas
vanguardias cubanas. Las élites han sido, son, se hacen evidentes, pero
son intrascendentes. Las que desempeñan un papel importante son las
vanguardias, y no se puede confundir lo uno con lo otro. El proceso
republicano es riquísimo: en las relaciones internacionales, por
ejemplo, la batalla librada por Cuba por la derogación del apéndice
constitucional, es decir, de la Enmienda Platt. ¿Cómo se logra esa
derogación formal, que fue una victoria jurídica sobre el Departamento
de Estado norteamericano? ¿Cómo se logra el reconocimiento de la
pertenencia de Isla de Pinos a Cuba, que era discutida?
Y con Isla de Pinos se discutía también la existencia virtual del
archipiélago. Se le concedía a Cuba soberanía nada más que sobre la isla
grande. Esa batalla fue importantísima. La presencia de Cuba en la
fundación de la Liga de las Naciones, la presencia de Cuba en la
fundación de la UNESCO, la presencia de Cuba en el Tribunal
Internacional de La Haya. El hecho de que haya sido un cubano su
presidente -el doctor Bustamante-, el papel que su doctrina jurídica
tuvo para los derechos internacionales, y sobre todo el derecho de las
pequeñas naciones, particularmente las pequeñas naciones
hispanoamericanas. Entonces yo considero que hay que estudiar la
República, que no puede ser borrada de un plumazo; hay que ver el papel
que desempeñaron las contradicciones, las posiciones de los grupos de
batalla en esa época. Por ejemplo, los que aprobaron la Enmienda Platt,
bajo qué condiciones. Generalmente no hubo ninguna anuencia, o casi
ninguna a favor del carácter real de la Enmienda como elemento de
intervención, como elemento de sujeción, como elemento de menoscabo de
la soberanía cubana, hasta hacer inviable esa soberanía. No hubo
generalmente anuencia a eso. Los que la aceptaron para continuar la
lucha consideraban que era necesario tomar en ese momento lo que se nos
daba, para buscar y aspirar a lo máximo. Quiero decir que hay que
estudiar, estudiar profundamente, y no se puede, de ninguna manera,
hablar de la República como de un monstruo inexistente, de algo que no
existió. No es posible.
-¿Cómo evalúa la labor realizada por la historiografía
republicana? ¿La obra, por ejemplo, de figuras como Ramiro Guerra,
Herminio Portell Vilá, Leví Marrero y Emilio Roig de Leuchsenring?
-Son, a veces, enfoques distintos, distanciados por una actitud fundamental ante la cuestión de la injerencia norteamericana en Cuba. Ramiro Guerra, por ejemplo, es el historiador; es un maestro, un pedagogo. Su Historia es un documento de una eticidad absolutamente inobjetable, y él en sus libros se asoma, se coloca ante el dilema de la injerencia norteamericana en la República, la denuncia; no produce un análisis profundo de las causas y razones, y no desnuda el fenómeno; pero llega hasta el umbral, evidentemente; es hasta ahí donde podía llegar. Y eso está avalado por su conducta, por su vida personal, y por su carácter. Emilio Roig sí entra de lleno en el problema.
-Son, a veces, enfoques distintos, distanciados por una actitud fundamental ante la cuestión de la injerencia norteamericana en Cuba. Ramiro Guerra, por ejemplo, es el historiador; es un maestro, un pedagogo. Su Historia es un documento de una eticidad absolutamente inobjetable, y él en sus libros se asoma, se coloca ante el dilema de la injerencia norteamericana en la República, la denuncia; no produce un análisis profundo de las causas y razones, y no desnuda el fenómeno; pero llega hasta el umbral, evidentemente; es hasta ahí donde podía llegar. Y eso está avalado por su conducta, por su vida personal, y por su carácter. Emilio Roig sí entra de lleno en el problema.
Yo te diría, por ejemplo, que para comprender el pensamiento cubano,
es indispensable estudiar La expansión territorial de los Estados
Unidos, de Ramiro Guerra. Es un libro fundamental para poder entenderlo.
Pero también es importante estudiar a Herminio Portell Vilá, que
después, con su vida, se aparta de las que habían sido sus convicciones;
pero no olvidemos nunca que es el autor de una obra monumental que se
llama Cuba y sus relaciones con Estados Unidos y España. Es un libro
esencial para estudiar, para comprender el diferendum
cubano-norteamericano; esta obra y otras del profesor Portell Vilá.
Tomó un protagonismo importante en los congresos internacionales de
historia, convocados por Emilio Roig; estuvo en un círculo de amigos,
muy apreciado por Roig; después vino un distanciamiento profundo cuando,
llevado por su anticomunismo absoluto, no se da cuenta de las
originalidades y de las virtudes que estaban presentes en la Revolución
cubana. No la interpreta, y aterrorizado, se va a poner al servicio de
los propios intereses que ha combatido. Este es un análisis que hay que
hacer, pero sin invalidar la obra. Esto es importantísimo.
-¿Leví Marrero y Emilio Roig?
-Leví Marrero: una obra monumental. Una obra mo-nu-men-tal, que nadie puede desconocer. Hay que situarlo dentro de esa obra de la geografía política cubana, en que cada cual hace un aporte importantísimo, muy concluyente: es el trabajo de Pedro Cañas Abril, son las investigaciones de Sara Isalgué y de Salvador Massip, son los propios trabajos del joven Núñez Jiménez en su momento. Pero Leví Marrero es un hombre de gran sabiduría y su obra es una obra enciclopédica que tendrá que ser consultada, independientemente de sus posiciones personales. Es algo a lo que se puede aplicar aquello de que “el arte no tiene patria, pero los artistas sí”. O sea, podemos enjuiciar las posiciones personales del doctor Leví Marrero; podemos someterlas a debate; pero no su obra.
-Leví Marrero: una obra monumental. Una obra mo-nu-men-tal, que nadie puede desconocer. Hay que situarlo dentro de esa obra de la geografía política cubana, en que cada cual hace un aporte importantísimo, muy concluyente: es el trabajo de Pedro Cañas Abril, son las investigaciones de Sara Isalgué y de Salvador Massip, son los propios trabajos del joven Núñez Jiménez en su momento. Pero Leví Marrero es un hombre de gran sabiduría y su obra es una obra enciclopédica que tendrá que ser consultada, independientemente de sus posiciones personales. Es algo a lo que se puede aplicar aquello de que “el arte no tiene patria, pero los artistas sí”. O sea, podemos enjuiciar las posiciones personales del doctor Leví Marrero; podemos someterlas a debate; pero no su obra.
-¿Y Emilio Roig?
-Emilio Roig de Leuschenring fue uno de los hombres más completos, a mi juicio. Pero es un hombre que se desenvuelve en otros rangos. Emilito se percató de la importancia de la polémica política y de la prensa; no se perdió nunca en su gabinete a hacer historia, solamente a investigar y a publicar libros, sino que fue un polemista; y además un costumbrista. Se dio cuenta de que las costumbres y el carácter tenían mucho que ver y condicionaban o tipificaban mucho la posición de los cubanos ante la sociedad y la historia; por eso fue un costumbrista, por eso fue un periodista.
-Emilio Roig de Leuschenring fue uno de los hombres más completos, a mi juicio. Pero es un hombre que se desenvuelve en otros rangos. Emilito se percató de la importancia de la polémica política y de la prensa; no se perdió nunca en su gabinete a hacer historia, solamente a investigar y a publicar libros, sino que fue un polemista; y además un costumbrista. Se dio cuenta de que las costumbres y el carácter tenían mucho que ver y condicionaban o tipificaban mucho la posición de los cubanos ante la sociedad y la historia; por eso fue un costumbrista, por eso fue un periodista.
Advirtió el papel de la ciudad, de las grandes ciudades, y
particularmente de La Habana, como lugar que tiene un gran peso en la
historia de los acontecimientos. Y por eso fue, además, el historiador
de la ciudad. Se dio cuenta de la importancia de los monumentos públicos
como resortes de la memoria, y por eso defendió y creó instituciones.
Pero lo más importante de su obra, de su sentido martiano, de su
carácter cubano, es que está signada por una comprensión de que el
pueblo cubano había luchado y había logrado su independencia por su
propio esfuerzo; de que Cuba debía ser libre -como decía Martí- de
España y de los Estados Unidos; de que el imperialismo norteamericano
había tenido un papel nefasto en sus relaciones con Cuba. No hablo de la
cultura norteamericana, no hablo de la nación norteamericana, hablo de
la acción imperial desnudada a lo largo de su obra: en su estudio sobre
la Enmienda Platt, en su ensayo luminoso “Cuba no debe su independencia a
los Estados Unidos”. Él deja claro, muy claro, que hay una diferencia
absoluta entre las vanguardias políticas, defensoras de la justicia,
defensoras de los inmigrantes, defensoras de los pobres, de los negros,
de Cuba, y la élite política plagada de intereses inconfesables que
siempre creyó que Cuba era la fruta madura que debía desprenderse del
árbol. He ahí la distinción entre Roig y las otras personalidades que
hemos mencionado.
En el Centro Histórico de La Habana hay algunos símbolos de
esa República; está el Palacio Presidencial, el Capitolio, y está
también el Palacio del Segundo Cabo, que es anterior, pero donde sesionó
la primera Legislatura cubana.
Y acabamos de terminar la restauración de la Cámara de
Representantes, construida en 1913, anterior al Capitolio y que hemos
conservado; porque el Palacio del Segundo Cabo se transformó, se cambió;
pero hemos logrado restaurar la Cámara de Representantes, restituir en
ella un busto de Máximo Gómez, cien años después, el mismo día y a la
misma hora en que había sido expulsado por una Asamblea Legislativa
formada por muchos cubanos de mérito, no solo por oportunistas y
traidores. El que se paró allí para decir “si hay que fusilar a Máximo
Gómez y hace falta un General para hacerlo, cuenten conmigo”, era un
patriota imborrable de la historia de Cuba. Tal era la confusión del
momento.
El mismo día y a la misma hora, entronizamos su monumento en bronce
en el hemiciclo de este primitivo Parlamento, de esta Cámara Baja
cubana. En el mismo edificio en el que Raúl Roa realizó su impresionante
labor editorial y de divulgación cultural en el Ministerio de
Educación, en los tiempos de Aureliano Sánchez Arango. En el mismo lugar
a donde llegó Eduardo Chibás, con su denuncia, que era en definitiva un
enfrentamiento contra la corrupción conceptual y latente de la
República, independientemente de que fuese cierto o no que Aureliano
tuviese las fincas que se le atribuían en Guatemala. El lugar desde
donde Armando Hart dirigió la campaña de alfabetización -porque ya era
Ministerio de Educación en el momento del triunfo de la Revolución. Ahí
estuvimos, y el doctor Hart me dijo, “desde aquí dirigimos el movimiento
de la alfabetización en Cuba”. Ese lugar está totalmente restaurado,
con todos los atributos del Ministerio de Educación y los de la Cámara
de Representantes, las condecoraciones de aquella época, las medallas
conmemorativas, los documentos, el texto constitucional de 1940. Es
decir, no podemos explicar la historia de Cuba, ni amar la historia
actual, desconociendo el pasado, ni admitir tampoco una explicación
simplista porque, sencillamente, es poco serio.
-¿Cuál sería a su juicio el balance de la cultura de aquella República y su legado al momento actual?
-Bueno, figúrate. Si nosotros, por ejemplo, no comprendemos el papel desempeñado por el grupo de Avance, o por Orígenes, o por la Sociedad Pro-Arte Musical, no podemos entender la cultura cubana. Fue allí, en Pro-Arte Musical, donde se abrió un espacio a la cultura, un espacio muy democrático, porque las vanguardias políticas cubanas -que eran vanguardias de izquierda, no crípticas, sino confesas- estaban allí; allí fueron a participar en la musicología, en el ballet, en las artes plásticas, en el teatro, pero sobre todo en la música. En ese período cristaliza el teatro cubano. ¿Qué pensar del grupo de Avance? Son las ideas, la defensa de las ideas, la organización de la vida cultural, las exposiciones, el trabajo con las personalidades políticas.
-Bueno, figúrate. Si nosotros, por ejemplo, no comprendemos el papel desempeñado por el grupo de Avance, o por Orígenes, o por la Sociedad Pro-Arte Musical, no podemos entender la cultura cubana. Fue allí, en Pro-Arte Musical, donde se abrió un espacio a la cultura, un espacio muy democrático, porque las vanguardias políticas cubanas -que eran vanguardias de izquierda, no crípticas, sino confesas- estaban allí; allí fueron a participar en la musicología, en el ballet, en las artes plásticas, en el teatro, pero sobre todo en la música. En ese período cristaliza el teatro cubano. ¿Qué pensar del grupo de Avance? Son las ideas, la defensa de las ideas, la organización de la vida cultural, las exposiciones, el trabajo con las personalidades políticas.
¿Qué pensar de Orígenes? Un grupo de meditación, de reflexión, como
siempre tiene que haberlo en toda sociedad. No era una élite en una
torre de marfil, era una vanguardia. Quizás menos polémica, una
vanguardia que estaba en el culto de ciertas cosas, que son
indispensables a toda sociedad y que la mezquindad de la vida
republicana y de la sociedad -que podríamos llamar política- no permitía
generar, y ellos lo hicieron. Y, desde luego, estaban también las
grandes individualidades de la cultura cubana. En ese período hay una
serie de cosas de una importancia tal, que no podríamos entender la
Revolución sin la República.
Tomado de Temas, n. 24-25, enero-junio de 2001.
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