En realidad lo que hoy llamamos contrarrevolución cubana, murió al nacer. Estados Unidos,
como siempre ha hecho, frustró también toda posibilidad de que la
contrarrevolución, que a partir de 1959 se organizaba, pudiese lograr
ningún grado de legitimidad.(1)
La contrarrevolución también puede ser legítima, en la medida en que
se proyecta y sea teorizada sobre el fundamento real de la existencia
de clases desplazadas del poder, que luchan por reinstalarse
nuevamente en este.
Es que los procesos revolucionarios, también legítimos, mucho más
porque se sustentan en el avance, pueden retroceder, ser derrotados,
revertidos y hasta suicidarse (como lamentablemente ocurrió con la
Revolución Granadina). La revolución puede ser reversible, indicando
así que no existían en realidad condiciones para su triunfo definitivo.
Pero la llamada contrarrevolución cubana actual, no es legítima, ni
lo será nunca. Primero, porque los que trataron de organizarla, no
tenían fundamentos históricos, sino solo intereses personales. Y por
razones meramente personales se puede asesinar, armar revueltas,
corromper procesos, pero nunca crear verdaderas organizaciones,
plataformas de lucha, ni articular movimientos políticos contestatarios
del poder de la revolución y articular una plataforma política
coherente, una estrategia, un discurso, a menos de que la propia
revolución se deslegitime.
Pero los problemas de la ilegitimidad de la llamada
contrarrevolución cubana actual comenzaron mucho antes de 1959. Veamos
lo que pretendemos decir.
La revolución cubana derrotó en 1959 una dictadura sangrienta, la de
Fulgencio Batista, que representó el último eslabón del poder de una
contrarrevolución, que había triunfado entre 1898 y 1902, liderada por
Estados Unidos y secundada por las fuerzas anexionistas y plattistas
que incluso, habían formado parte, algunas de ellas, del propio
movimiento independentista contra España.
La revolución para entonces, era la martiana, que buscaba una
república “con todos y para el bien de todos” , la cual fue
momentáneamente derrotada por una clase que comenzó paulatinamente a
penetrar los poderes civil y militar de la lucha independentista, envió
sus representantes a combatir contra España, para no quedar al
margen y finalmente se alió con Estados Unidos, para sacar adelante su
proyecto de república, que no era la martiana, sino la aliada de Estados
Unidos, la del protectorado primero y la neocolonia después.
No quiere decir, que algunos miembros de esta misma burguesía no
estuviesen en desacuerdo con lo que ocurría en la república surgida a
partir de 1902, pero no fueron capaces de evitarlo, ni tampoco hicieron
gran oposición, sino que se aprovecharon de ella. Solo las masas
populares organizadas y líderes esclarecidos, patriotas verdaderos,
mantuvieron vivas las llamas de la lucha por la verdadera independencia.
Existían sin lugar a dudas dos proyectos en pugna; el martiano, que
combatía por la independencia contra España, pero observaba con
preocupación las apetencias de Estados Unidos sobre la Isla, por lo
que pretendía cumplir con el doble propósito de una Cuba libre de
España, pero al mismo tiempo independiente de Estados Unidos.
El otro proyecto, era el de aquellos que hasta luchaban contra
España por lograr la independencia de esta, pero no confiaban en que
Cuba pudiese darse a sí misma una república independiente, sin la tutela
de Estados Unidos. En parte también, porque muchos de ellos, les
temían al peso que las masas populares y desposeídas tenían dentro de
las fuerzas que combatían contra España, en la etapa final de la
contienda independentista del periodo 1895-1898.
La parte más poderosa de la burguesía cubana, como clase, en
realidad, nunca fue independentista y mucho menos revolucionaria, era
demasiado dependiente de España o de Estados Unidos en último caso. Por
lo cual este ultimo volvió a tomar el mando de la acción
contrarrevolucionaria, a partir del triunfo revolucionario de 1959,
incluso antes, para ayudar a los desplazados por la revolución a
reinstalarse en el poder. Tratando por todos los medios de hacer
aparecer la actividad contrarrevolucionaria interna como una contienda
civil. Deslegitimando así a las fuerzas de la revolución. Cuestión esta
que coincidía con los intentos de Estados Unidos de recuperar a Cuba y
con los intereses de la burguesía desplazada, la cual siempre se había
conformado con hacerle la segunda al poder norteamericano en la Isla.(2)
Por eso, los que ahora denominamos “contrarrevolucionarios cubanos”,
no son ni siquiera eso. Sino simples mercenarios al servicio de una
potencia extranjera; armados, entrenados, educados y financiados por
Estados Unidos, para tratar de derrocar al poder revolucionario en Cuba
y así recuperar sus bienes y privilegios, que es lo único que les
interesa. Por lo que el patriotismo de estos últimos, cabe en el
bolsillo más pequeño de cualquier prenda de vestir.
Por eso no tienen plataforma política propia, ni discurso que
convenza a nadie, ni moral, prestigio, ni verdaderos líderes. Son solo
un grupo de corsarios al servicio de Estados Unidos, que lo mismo van
por dinero a Centroamérica, que al África o que contratan mercenarios
desempleados para que vengan a poner bombas en los hoteles turísticos de
Cuba. Fuera de la plataforma que les ofrece la política norteamericana
contra Cuba, pero sobre todo, al margen del dinero que reciben, no son
nadie, no existen más allá de su nostalgia por retornar a la Cuba de
los años cincuenta.
En resumen, estos que ahora llamamos contrarrevolucionarios, son
herederos de la contrarrevolución que triunfó en Cuba a partir de 1898,
liderada por Estados Unidos y secundada por los sectores anexionistas de
la burguesía criolla, los reformistas, aliados de la burguesía
imperialista norteamericana y de los sectores políticos que, en los
Estados Unidos, deseaban para Cuba un protectorado, o una neocolonia y
no una república independiente.
Sin embargo, aunque el proyecto martiano no triunfó entonces, el
mismo hizo contribuciones, que fueron determinantes para la
continuidad de la lucha por la verdadera independencia. Por cuanto José Martí
lideró una tercera guerra, organizada y apoyada masivamente, de tal
modo que esta resulto fundacional para la identidad nacional cubana;
la cultura política independentista y para sembrar las semillas del
antiimperialismo, evitando así la anexión de la Isla a Estados
Unidos.(3)
Por ello, la dialéctica revolución-contrarrevolución no es nada
nuevo en la historia de Cuba. La contrarrevolución ya triunfó en Cuba
por varios años; y siempre bajo el mismo liderazgo (Estados Unidos)
secundada por las mismas fuerzas políticas: los plattistas, reformistas
y anexionistas de siempre.
Los cubanos de la Isla no necesitan entonces saber que ocurriría en
Cuba si triunfara una contrarrevolución, lo saben. Pues lo vivieron.
Por lo cual, toda la reacción del pueblo cubano ante los intentos de
Estados Unidos ahora por retomar el control de la Isla, se despliega
sobre un solo telón de fondo, de que todos los cubanos de la Isla
conocen como Estados Unidos administraría una contrarrevolución
triunfante en Cuba.
De esta historia sintéticamente contada, provienen las razones de
la condescendencia del ejecutivo norteamericano con la mafia criminal,
que ha liderado la contrarrevolución contra Cuba.
No estaba el gobierno norteamericano negociando con un enemigo, el
caso de Elián González, sino con su histórico aliado estratégico, que se
les había ido de las manos.
Es que resulta necesario conocer bien que, la mafia anticubana de Miami,
no es una simple pieza táctico-funcional de la política norteamericana
hacia Cuba. Es mucho más que eso. Es parte de una estrategia integral
de un proyecto político contra Cuba a bien largo plazo.
Aun y cuando esta mafia, tuviese que ver limitado su perfil de
participación en una primera etapa por reconquistar a Cuba, de todos
modos no podría prescindirse de ella en la siguiente etapa. Los cubanos-americanos, constituyen para la política norteamericana
algo así como la “Cuba alternativa”, (4) al decir de Luís Ortega, “La
patria portátil”, que no tiene sino como objetivo, después de derrocar
el poder revolucionario en Cuba, asegurarse de que esta no se les
vuelva a escapar de las garras.
De lo contrario, ¿cómo imaginar que diez administraciones
norteamericanas, por más de cincuenta años, hayan invertido tanto
dinero y recursos para tratar de desestabilizar a Cuba y “clonarla”
del otro lado del Estrecho de La Florida?
Esa ha sido una estrategia de tan largo plazo, como la de la “fruta
madura ” de J. Quincy Adams. Se trata de la variante por medio de la
cual Cuba llegaría a ser finalmente norteamericana.
Aunque es nuestra opinión, que el verdadero papel que la política
norteamericana le tiene asignado a los cubano-americanos en su
estrategia anticubana, es el de segundones, simples administradores. Por
lo que no pueden hacerse ilusiones al respecto. Lo demás son simples
circunstancias coyunturales. Por eso las administraciones no quieren ni
pueden prescindir de ellos.
De aquí, en su momento, el interés desmedido de la administración
Clinton por convencer a los secuestradores de Elián González, de que
entregasen al niño, sin tener que verse el gobierno obligado a
utilizar la fuerza. Se trataba de hacer todo lo posible por darles a
entender a la mafia cubanoamericana, que, con su tozudez, estaban
afectando algo más estratégico en las relaciones entre los grupos
contrarrevolucionarios y la administración norteamericana.
Por eso demoro tanto en aparecer la voluntad por parte de la
administración de solucionar el problema del niño afectando a su aliado.
Dándole un golpe que lo anulase como posible pieza de su política hacia
Cuba.
La administración ejecutó finalmente la decisión sobre el niño, por
lo que ello representaba, en medio de una opinión pública interna casi
totalmente adversa a continuar esperando y de una opinión
internacional muy crítica. También, porque la decisión preliminar del
tribunal de Atlanta, con el niño en manos de la mafia miamense, auguraba
dificultades y complicaciones mayores hacia el futuro inmediato.
Pero la dilatación del proceso, tanto por parte de la administración
como de la mafia, llevaba implícito la esperanza de que Juan Miguel
González cediese ante la realidad, de que si se quedaba en los Estados
Unidos podría tener al niño y mucho más. Pensamos que todos eran
partidarios de ese tipo de solución, que solo la firmeza revolucionaria
del padre de Elián pudo conjurar.
Por lo que todo ello, no fue más que un ejemplo de que las
administraciones estadounidenses han utilizado a la mafia
contrarrevolucionaria contra Cuba y continuarán utilizándola. El
grado en que lo continúen haciendo puede que llegue a ser algo no solo
producto de su voluntad política, sino también de cómo se desarrolle
hacia el futuro el debate de la política hacia Cuba.
(Tomado de Moncada Lectores)
Citas
[1] Desde antes del triunfo revolucionario de 1959, ya el entonces presidente Eisenhower hacia todo lo posible por evitar la toma del poder político por parte de la fuerzas revolucionaras lideradas por Fidel. Como ello fue imposible, entonces la actividad de los planes contrarrevolucionarios fraguados, organizados y financiados desde Estados Unidos, se concentraron entonces en evitara toda costa que las fuerzas revolucionarias se consolidaran en el poder. Todo lo cual tuvo lugar siempre bajo el liderazgo de las administraciones norteamericanas hasta hoy.
[2] Para ampliar ver: Esteban Morales. Cuba- Estados Unidos: Las esencias de una confrontación histórica. Revista Universidad de La Habana, No. 260. La Habana, Cuba, pp.150-167.
[3] Creo que es importante esclarecer, que la anexión, tal y como era vista en esa época, no tiene ya vigencia. .Se trataba entonces de que Cuba llegara a ser una estrella más en la constelación de estrellas de la bandera norteamericana. Pero, ¿ podríamos imaginar hoy, que la extrema derecha que lidera la política hacia Cuba nos conceda, según ellos, el “honor” y el “privilegio” de ser un estado más de la Federación con todos sus derechos y deberes? Luego la anexión de que se habla, no iría más allá de devolver a Cuba al área de influencia de Estados Unidos nuevamente.
[4] Ver: Luis Ortega, Cubanos en Miami, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, 1988.
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