Es considerada por la crítica como una de las Bienales más
importantes de la región. Y no por gusto. Más de 180 artistas de 43
países se han dado cita en La Habana desde ayer 11 de mayo hasta el
próximo 11 de junio, con propuestas novedosas bajo el tema “Prácticas
artísticas e imaginarios sociales”.
Los habaneros, y probablemente los visitantes que recorran por estos
días la capital cubana, no saldrán de su asombro. Lo mismo podrán
encontrar una “conga irreversible” que irrumpa contagiosa por el Paseo
del Prado, que performances como “Las Cabezas”, de la autoría del
artista plástico Manuel Mendive, un carnaval de cuerpos desnudos y
semidesnudos, ataviados con una suerte de “body art” africano.
A tono con una corriente en marcha, la capital cubana se convertirá,
todos estos días, en una inmensa galería a cielo abierto, un espacio
común de convivencia -sin menoscabo de los muros convencionales del
museo- donde artistas de distintas edades, indagaciones y estilos
echarán a andar sus obras plásticas.
Una juventud perceptible incluso, más allá de la edad, en la lozanía y
audacia de creadores de larga andadura, abocados al arte con el mismo
susto de la creación, la misma sensación de salto al vacío, la misma
pasión sin mesura de los principiantes.
Con una signficativa presencia de artistas de Africa y Medio Oriente
-entre ellos el sudafricano Steven Cohen, el marroquí Batoul Shimi y el
palestino Rafat Asad-, la nave de la Bienal avanzará viento en popa
hasta el 11 de junio.
En la ciudad antigua funcionarán 23 espacios tradicionales: galerías,
el Gran Teatro de La Habana, cines, el Castillo de la Real Fuerza,
hoteles y la iglesia de San Francisco de Paula.
Junto a ellos la espléndida avenida del malecón habanero desplegando
su seducción sobre los transeúntes. Estos espacios abiertos,
multiplicados en cinco municipios citadinos, serán sin duda los más
codiciados.
Los organizadores los llaman espacios robados. Valdría más bien
llamarlos espacios devueltos, por reintegrar al arte un dominio que debe
pertenecerle.
En el grupo de los noveles, destellan los egresados de las escuelas
de arte de la isla, atrevidos, osados, irreverentes, en busca de lo
auténtico nuevo como hallazgo o descubrimiento de la mirada entrenada,
alerta, perforando la costra de la rutina.
Vale citar entonces a Grthell Rasúa, quien derriba patrones
establecidos, desconoce fronteras y subvierte lo desechable e incluso
repulsivo transformándolo en valor estético.
Ella trabaja con fluidos corporales humanos como la sangre, la leche
materna, el semen, las lágrimas, el cerumen e incluso el excremento,
sometiéndolos a un proceso de deshidratación para insuflarles una
dimensión reivindicadora que junte lo útil con lo bello.
Podemos hacer de algo desagradable todo lo contrario. Ese es uno de
mis grandes desafíos, y para asumirlo utilizo materiales culturalmente
ignorados, afirma.
Y es que el artista, como lo definiera Picasso “es un receptáculo de
emociones procedentes de cualquier lugar: del cielo, de la tierra, de un
trozo de papel, de una figura que pasa, de una telaraña”.
Muestras colaterales en el Parque Morro- Cabaña y en el Pabellón
Cuba, 10 proyectos colectivos de creadores de diferentes generaciones y
países y seis propuestas itinerantes recorrerán la ciudad, sin olvidar
exposiciones conjuntas de cubanos residentes en la isla y en el
exterior.
La Bienal, en suma, devenida centro aglutinador de lenguajes
expresivos, innovadores, provocativos, reflexivos. La Habana como un
lienzo infinito. El arte, a sus anchas, crepita, bulle.
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