Candidatos fantasmas, abstención del 80% de los electores, muertos que votan, fraude en la elección de jueces, boletas ausentes, en el lugar donde todos los días los políticos locales amanecen pidiendo democracia para Cuba.
Lo mejor es que no lo cuenta el Granma, sino un aliado de la propaganda anticubana: el diario español El País.
El escándalo de las boletas ausentes
Tomado de La pupila insomne
Juan José Fernández
La democracia siempre tiene sus matices. Es el mejor sistema político
inventado, pero hay lugares donde los resquicios para convertirlo en
impresentable aumentan hasta límites delictivos. Miami es uno de ellos.
Cuando se repite que la ciudad del sol es un mundo aparte en Estados
Unidos no hay que olvidar que sinvergüenzas los hay por todo el país,
pero la sensación incluso para muchos habitantes locales es que el
porcentaje de descarados por metro cuadrado (o pie, en escala inglesa)
es mucho más espectacular en el sur floridano. Por eso, a la abulia
endémica en la participación electoral se ha unido un caldo de cultivo
perfecto para el desencanto y el pasotismo. Es la democracia por correo
manipulado y mucho más.
Entre otros casos de financiación ilegal de algunos candidatos, lo
que abona siempre el poso de corrupción existente, hay ya acusaciones de
manipulación que afectan a todos los partidos. Un nuevo guiño al amaño y
que sería mucho más grave, un delito federal. El congresista federal
republicano David Rivera, que aún tiene investigaciones pendientes, y parece estar en todas las salsas procelosas, ha sido acusado por The Miami Herald de estar detrás de un candidato fantasma
en las primarias demócratas para perjudicar a su gran rival en las
generales, Joe García. Rivera ha vuelto a negarlo todo, pero su
reputación está siempre más allá de la sospecha y el FBI ha abierto una
investigación.
En Miami hay timos de muchos tipos y los fraudes al Medicare, el
sistema público de salud, se llevan la palma por el inmenso tamaño
económico de las estafas. Pero hay un daño quizá más grave por lo que
supone de adulteración del propio modelo político. Cuando en este
destino turístico se opina que los representantes públicos están a la
cola del pelotón de los sospechosos de oficio, no dejan de suceder
hechos para corroborarlo. El escándalo no es nuevo, pero la exquisitez
en sus formas parece haber mejorado. En las elecciones locales de 1997
ya hubo 45 detenciones y el alcalde ganador entonces tuvo que ceder su
cargo ante la comprobación del fraude. Entonces no solo se manipuló,
incluso pagándoles, a los electores vivos, ancianos o enfermos, sino que
votaron hasta muertos.
Acaban de celebrarse unas nuevas elecciones locales para múltiples
puestos políticos y judiciales y el escándalo se ha vuelto a servir en
bandeja, trufado con una participación de sólo el 20%. Casi un millón de
los votantes inscritos, el 80%, dieron la espalda a los comicios en un
gesto de absentismo repetido, que dejó una vez más en entredicho todo el
sistema de representación. Pero esta vez tampoco fue la mayor noticia
esa imagen un tanto bananera y errónea de que todo el mundo está en la
playa pasando de la política mientras no llegue un huracán como Isaac.
Lo peor fue la bomba que ya estalló días antes al ser detenidas dos
personas por el tráfico de votos por correo, lo que en Miami se denomina
“boletas ausentes”. Un detective privado, de pasado turbio, para que
todo quede en línea, destapó la vieja olla del gran negocio,
pues el 37% del voto en estas elecciones fue por correo. Una cifra muy
elevada, pero que incluso tratándose de un sitio tan particular, y en
pleno mes de agosto, no tendría por qué sorprender si no fuera porque
tiene trampa. Muy fina, sin duda, por las pocas detenciones y papeletas
falsas detectadas. De momento.
Las boleteras, como se llama a las que consiguen votos,
aunque haya también hombres, van a casas de votantes enfermos o con
escasa formación y les convencen para rellenar las casillas que les
interesan o simplemente lo hacen por ellos. Luego las mandan por correo.
Las quejas de los viejitos se han sucedido, pero es difícil
detectar el fraude al haber firmado las papeletas en la mayoría de los
casos sin que se pueda comprobar el “engaño verbal”.
El elevado absentismo electoral floridano ya viene de antiguo, en
parte también porque en los comicios locales los votantes solo pueden
hacerlo por el partido en el que estén registrados y si son
independientes ni eso, solo en comicios no partidistas, como los de
jueces o alcaldes. Por eso se ha tratado de facilitar el voto con
algunas fechas anticipadas, en las que sí hay que ir a los lugares de
votación, o con el realmente polémico y cada vez más discutido voto por
correo. La cuestión es que la opción postal, que debería ser para casos
de verdadera ausencia, se ha convertido en un cómodo regalo a la carta
del que se aprovechan los candidatos renombrados. La propaganda se lo
pone muy sencillo y desde 2004 mucho más. Claramente los legisladores
quisieron dar más facilidades para sus futuras y respectivas
reelecciones. La conclusión es que si el candidato es popular y potente
económicamente ya tiene ganado el puesto casi de antemano. Lo que
ocurre, sin embargo, es que con tanta facilidad a más de uno se le ha
ido de la mano. O a sus directores de campaña, los cabilderos de lujo.
Después, como en las mejores películas, ningún político sabe nada de
los traficantes de votos cuando se les pregunta. Aunque aparezcan detrás
de ellos en una foto de un acto de campaña, como le ha sucedido al
reelegido alcalde Carlos Giménez, que aseguró casi la mitad de sus votos
por correo. Ganó por un amplio margen y quizá habría vencido de todas
formas, pero en otros casos no fue así. El más descarado fue el triunfo
de Carlos López-Cantera, que dejó su legislatura estatal para aspirar a
tasador de la propiedad del Condado Miami-Dade, puesto mucho más
lucrativo, y ganó directamente por correo, con los votos ausentes. De
nada le sirvió al tasador saliente, Pedro García, sacar más de los
presentes.
En todos los sitios y gremios de Miami cuecen habas. No solo en los
políticos. También hubo elecciones para jueces, algo que en principio
parecería perfectamente democrático y alejado del Poder Judicial
español. Pero detrás de ellas no es que estén los votos por correo, sino
los abogados que patrocinan las campañas. Y cuando se habla en Estados
Unidos del poder que tienen los bufetes, además de sus jugosos
honorarios, da un cierto repelús imaginar el momento supuestamente justo
en que los letrados se presentan con sus clientes ante los jueces
elegidos gracias a sus desvelos. En realidad, es solo otra vuelta de
tuerca de la siempre perfectible democracia.
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