- El pasado lunes 16 de julio la editorial Ocean Press presentó el volumen La izquierda latinoamericana a 20 años del derrumbe de la Unión Soviética, compilado por el investigador cubano Roberto Regalado. Cubadebate ofrece a sus lectores una entrevista concedida por su autor, a propósito de ese hecho.
La editorial Ocean Sur acaba de publicar una antología titulada La izquierda latinoamericana a 20 años del derrumbe de la Unión Soviética.
En su condición de coordinador de esta obra, en las palabras de
presentación, fechadas en La Habana, en febrero de 2012, Ud. explica que
su elaboración había comenzado un año antes. ¿Por qué dedicarle tanto
tiempo y esfuerzo a la repercusión del fracaso de un proyecto histórico
que hace mucho dejó de ser referente de los procesos latinoamericanos de
orientación socialista?
-Si contamos desde los primeros pasos dados para elaborar la
antología hasta su salida de imprenta, el tiempo dedicado a ella fue
alrededor de año y medio. En cuanto al esfuerzo, baste decir que
contiene veintiún ensayos de veinte autores, organizados en dos partes:
la primera, “Temas y enfoques generales”, cuenta con ocho contribuciones
sobre diversas aristas que son parte de -o influyen en- la problemática
de la izquierda latinoamericana en su conjunto; la segunda,
“Situaciones nacionales”, incluye trece contribuciones sobre igual
número de países, en los cuales se registra una destacada actividad de
la izquierda, en unos casos en el gobierno, en otros desde la oposición
y, en otros, con una parte de ella en el gobierno y otra en la
oposición. Esos países son: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile,
Ecuador, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, El Salvador, Uruguay y
Venezuela.
«Hacer una antología como esta es un reto porque analiza procesos en
desarrollo. Por ejemplo, en uno de los países abordados, Paraguay, se
produjo un golpe de Estado legislativo contra el presidente Fernando
Lugo, que coloca en tensión a todas las fuerzas latinoamericanas de
izquierda y progresistas, no solo por lo abominable del hecho en sí, que
sin duda alguna lo amerita, sino también porque, igual que el
derrocamiento de Manuel Zelaya en Honduras en 2009, es parte de una
estrategia imperialista destinada a reimponer el totalitarismo
neoliberal en todo el continente.
«En otro de esos países, México, donde en 1988 una gran coalición de
movimientos sociales y fuerzas políticas de izquierda y progresistas
marcó la pauta en la lucha político electoral por el control del
gobierno nacional en la presente etapa de la historia de América Latina,
esas fuerzas tendrán que preguntarse por qué razones, además del fraude
recurrente contra ellas, acaban de sufrir su sexta derrota consecutiva
en esos 24 años, mientras que sus pares han sido electos y reelectos al
gobierno en Venezuela, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Argentina,
y han sido electos, hasta el momento por una sola vez, en El Salvador y
Honduras. En la antología, los lectores encontrarán análisis
anticipados de uno y otro acontecimiento, pero es obvio que estamos
hablando de procesos dinámicos que requieren atención constante.
«La obra sobre la cual versa esta entrevista no es una recopilación
de trabajos hechos por cada autor y autora en forma independiente, sino
un conjunto orgánico de trabajos solicitados por encargo, a partir de un
diseño previo de lo que se quería alcanzar con ella. Incluso, a los
autores de ensayos sobre temas y enfoques generales, se les dieron a
conocer previamente los ensayos sobre casos nacionales, para que los
incorporaran en sus análisis.
«En resumen, tanto por el tiempo como por el esfuerzo dedicados a
este proyecto editorial, es obvio que Ocean Sur y todos los
participantes en él coincidimos en que el derrumbe de la URSS tuvo una repercusión de primer orden en América Latina.
«La Revolución de Octubre
fue el referente de todas las revoluciones socialistas del siglo XX y
de la mayoría de los partidos revolucionarios que en esa centuria
lucharon por el poder. Excepto en los casos del eurocomunismo
-que derivó hacia posiciones reformistas- y de las corrientes
antisocialistas que siempre existieron en los países de Europa Oriental
-donde ese sistema social fue implantado en virtud del desenlace de la Segunda Guerra Mundial,
y no por revoluciones autóctonas-, las pugnas y rupturas que ocurrieron
en el movimiento comunista fueron provocadas, más por cuestionamientos a
lo que cada fracción consideraba como «desviaciones» de las dirigencias
soviéticas posleninistas, que por una concepción de sociedad socialista
diferente al prototipo de partido-Estado y economía burocráticos,
monopolizados por una casta dirigente enajenada del sentir, el pensar y
los intereses del pueblo al cual decía representar, que empezó a
construirse en la Rusia bolchevique debido a circunstancias históricas
adversas, y que, pese a todos los esfuerzos para evitarlo hechos por
Lenin en medio de su enfermedad durante sus últimos meses de vida, luego
Stalin impuso como la supuesta encarnación de la sociedad socialista
concebida por Marx y Engels, y el propio Lenin.
«El “modelo único” de Estado y sociedad socialista impuesto
por Stalin fue “aplicado” en todos los países que asumieron la identidad
socialista en el siglo XX, sobre la base de que solo era necesario
hacerle adecuaciones secundarias para adaptarlo a cada realidad
nacional. Los conceptos de “modelo único” y “aplicación”, junto
con el contenido y la forma del “modelo” en sí, que ya a esas alturas
eran impugnados en forma generalizada, son los componentes del esquema
de “socialismo real” que la izquierda latinoamericana enterró, en forma
definitiva, a raíz de la crisis terminal de la Unión Soviética y el
bloque europeo oriental de posguerra.
«Hoy está claro que no se trata de hacer “remakes” de la
Revolución de Octubre en condiciones que son muy distintas a las de la
Rusia de 1917, sino de emplear de manera creativa el método de Marx, tal como lo hizo Lenin, para llegar a conclusiones propias sobre cómo deben ser las revoluciones socialistas,
los Estados socialistas y las sociedades socialistas en la América
Latina del siglo XXI. Para ello, hay que sepultar los vestigios del
“marxismo oficial” soviético.
«Precisamente, debido a que la Revolución de Octubre dejó de ser
referente de los procesos latinoamericanos de orientación socialista, es
que hay que partir del derrumbe de la URSS para hacer el balance de lo
ocurrido desde entonces: porque se trata del balance de en qué medida se
ha logrado o no repensar qué es el socialismo y cómo se construye.
«Entre las interrogantes hoy planteadas a la izquierda latinoamericana, resaltan: ¿cuáles
son los sujetos sociales revolucionarios? ¿Cómo formar el bloque social
revolucionario con esos sujetos? ¿Cómo construir la unidad en la
diversidad dentro y fuera de ese bloque? ¿Cuál es el programa, la
estrategia y la táctica para acceder al poder? ¿Cómo combinar la defensa
del poder con el ejercicio de la democracia socialista? ¿Cómo romper
con el sistema imperialista de dominación múltiple? ¿Qué papel
desempeñan el internacionalismo, la unidad y la integración de los
pueblos?
«En esencia, el tiempo y el esfuerzo dedicados a esta antología son
apenas una modesta contribución a ese repensar el socialismo que es
consustancial a la vida y la obra de Mariátegui y el Che,
y que deviene la gran tarea de la izquierda latinoamericana desde que
estalla la crisis terminal del “socialismo real”, a mediados de la
década de 1980».
¿Qué lugar ocupó el referente soviético en la etapa histórica abierta por el triunfo de la Revolución Cubana?
-El referente soviético se desdobló en América Latina el
transcurso del siglo XX. Por un lado, los partidos comunistas asumieron
que el prototipo de partido Estado soviético era la encarnación del
“socialismo realizado”. Por el otro, tras el fracaso de las revoluciones
europeas y china en la década de 1920, y en virtud del creciente auge
del fascismo, esa Internacional orientó a sus miembros aplicar la
estrategia de frentes amplios electorales. Esta estrategia les
permitió a los partidos comunistas de América Latina abrirse espacios
legales de lucha política y social, pero a expensas de alejarse de la
revolución violenta mediante la cual conquistó el poder el Partido
Bolchevique. Peor aún fue su situación desde el estallido de la guerra
fría, debido a que siguieron aferrados a los intentos de construir
frentes amplios electorales, cuando en la casi totalidad de los países
-quizás con relativa moderación solo en los casos de Chile y Uruguay-, a
partir de ese momento lo hicieron sometidos a una feroz represión que
cerró aquellos espacios legales que, de modo circunstancial, habían
ocupado en la etapa inmediata anterior.
«En una situación continental en la que el acceso de la izquierda al
gobierno estaba vedado, más aún para la izquierda marxista y leninista,
fue que se produjo el desdoblamiento mencionado: la Revolución Cubana,
cuya principal fuerza político militar, el Movimiento 26 de Julio, no
provenía de una matriz comunista y no practicaba la estrategia de
frentes amplios, proclamó su carácter socialista poco más de dos años
después conquistar el poder y, en la década de 1970, moldeó su sistema
político y económico de acuerdo con el referente soviético. A esto es a
lo que me refiero aquí con el término “desdoblamiento”: a que una fuerza
política no tradicional y que accedió al poder mediante una forma de
lucha que tampoco lo era, asumió el referente soviético y lo proyectó
hacia el resto de América Latina.
«Pero ubiquémonos en aquel momento. En la América Latina de las
décadas de 1960, 1970 y 1980 se registra un auge de las luchas sociales y
políticas. Hubo flujo y reflujo de la lucha armada revolucionaria, hubo
una coalición de fuerzas de izquierda y progresistas que llegó al
gobierno en Chile mediante la competencia electoral, y hubo gobiernos
militares progresistas en Perú, Panamá, Bolivia y Ecuador. La lucha
armada revolucionaria la emprendieron hombres y mujeres, en su mayoría
jóvenes, que en el momento de iniciarse en ella, por lo general, tenían
más conciencia social que formación política. Los corazones y las mentes
de esos hombres y mujeres los disputaba un amplio abanico de corrientes
ideológicas: comunistas, socialistas, socialcristianas, nacionalistas
revolucionarias o peronistas (en el caso de Argentina), por una u otra
de las cuales fueron optando y, al hacerlo, en el fragor del combate y
en su proceso de formación como militantes, desarrollaron sus
respectivas visiones sobre la nueva sociedad a construir.
«Hechas las salvedades anteriores para enfatizar la diversidad de
objetivos y formas de lucha popular existentes en América Latina entre
las décadas de 1960 y 1980, vale decir que, en efecto, en sentido
general, la Revolución de Octubre era el referente de las luchas
latinoamericanas por el socialismo. Ello obedece, como ya se dijo, en
primer lugar, a la labor de los partidos comunistas y, en segundo, a que
la Revolución Cubana, principal fuente de inspiración de la lucha
armada esa etapa, lo asumió como tal.
«La mayor parte de los movimientos revolucionarios político
militares latinoamericanos de los años sesenta, setenta y ochenta
nacieron bajo el influjo de las ideas de Fidel y el Che.
Pero, incluso los que poseían otras identidades socialistas, como las
corrientes insurreccionales maoístas y trotskistas, no obstante
pertenecer a vertientes enfrentadas entre sí del ya escindido movimiento
comunista, tenían en común el paradigma de la Revolución de Octubre,
por lo que es correcto decir, tal como se hace en la primera pregunta,
que la experiencia soviética original era el referente del socialismo
latinoamericano».
¿Qué impacto tuvo el derrumbe en América Latina?
-El derrumbe de la URSS es el catalizador del cierre de la
etapa de la historia de América Latina abierto por el triunfo de la
Revolución Cubana, cuya característica predominante fue el
choque violento entre las fuerzas de la revolución y la
contrarrevolución, y del comienzo de una nueva etapa en la cual
predominan la lucha de nuevos movimientos sociales, y la elección de los
actuales gobiernos de izquierda y progresistas dentro de la
institucionalidad democrático burguesa. No suscribo la tesis del “cambio
de época”, entendida como una ruptura total con la historia anterior.
Estoy convencido de que si América Latina no tuviera la historia de
luchas populares que la caracteriza, incluida la historia de luchas del
siglo XX y, dentro de ella, la historia de luchas de la etapa abierta
por la Revolución Cubana, ni los movimientos sociales dispondrían de sus
actuales espacios, ni habría un solo gobierno de izquierda y
progresista.
«El acumulado histórico no es el único factor que explica el actual
mapa político latinoamericano pero sí uno de los principales. Si bien
ningún proceso de transformación social revolucionaria de la etapa de
luchas abierta por la Revolución Cubana
(como los de Nicaragua y Granada) y tampoco proceso alguno de reforma
social progresista (como los del Chile de Salvador Allende, el Perú de
Juan Velasco Alvarado, el Panamá de Omar Torrijos, la Bolivia de Juan
José Torres y el Ecuador de Guillermo Rodríguez Lara), logró sobrevivir
los embates del imperialismo norteamericano y la derecha, la voluntad y
la capacidad de lucha demostrada por esos y otros pueblos
latinoamericanos es lo que explica que, en la presente etapa, se hayan
abierto espacios de lucha política legal que históricamente le
estuvieron negados a la izquierda, razón por la cual esta se había visto
obligada a emprender la lucha armada. Y, aunque pueda quizás parecer
inmodesto, estoy convencido de que la capacidad de la Revolución Cubana
de sobrevivir el descalabro de la URSS fue también un requisito
indispensable para la elección de esos gobiernos.
«Ahora bien, como ya se dijo, el cambio ocurrido en las condiciones y
características de las luchas populares impone el desarrollo de nuevos
objetivos, estrategias y tácticas. En esa búsqueda es en la que estamos
inmersos.
«¿Era lógico que Cuba, al igual que China, Corea y Vietnam,
asumiera la experiencia soviética como referente? Por supuesto que sí:
no solo era lógico, sino impensable que hiciera otra cosa. ¿Era lógico
que, con las adecuaciones que cada una de ellas consideró necesarias, la
asumieran la Revolución Popular Sandinista en Nicaragua y la Revolución
del Movimiento de la Nueva Joya en Granada? La respuesta es la misma.
¿Era lógico que la asumieran otros movimientos revolucionarios que no
llegaron a conquistar el poder? La respuesta sigue siendo la misma.
Ahora bien, la pregunta hoy es: ¿sería lógico que la Revolución
Bolivariana de Venezuela, la Revolución Democrática y Cultural de
Bolivia, y la Revolución Ciudadana de Ecuador asumieran como referente
la experiencia soviética o la cubana? Por supuesto que no: no solo sería
ilógico, sino impensable.
«El triunfo de la Revolución Cubana inauguró lo que, a raíz
del derrumbe de la URSS, el dirigente revolucionario salvadoreño Schafik
Hándal calificó como la etapa de la “revolución insertada” en América
Latina, es decir, insertada en un entorno hostil, dentro del cual, para
sobrevivir, al menos durante sus primeros años, necesitaba una
poderosa fuente extracontinental de ayuda política, económica y militar.
La lógica de Schafik era que con el colapso de la URSS desapareció la
fuente de apoyo externo a la “revolución insertada”, referente que fue
asumido por la mayoría de los movimientos insurreccionales
latinoamericanos de las décadas de 1960, 1970 y 1980, incluidos los de
Nicaragua, Granada y El Salvador.
«Todos ellos aspiraban a conquistar el poder y a construir un Estado
revolucionario, más o menos de la forma que lo había hecho la Revolución
Cubana, aunque, por supuesto, con adecuaciones derivadas de la
coyuntura regional y las características nacionales, tal como fue el
caso de Nicaragua, donde la Revolución Popular Sandinista no eliminó el
sistema multipartidista democrático burgués. No obstante esas
diferencias, las similitudes eran mucho mayores: violencia
revolucionaria destinada a vencer la violencia contrarrevolucionaria,
conquista del poder político, enfrentamiento a las agresiones y a la
hostilidad de los Estados Unidos y sus aliados, y sistema político
basado, si no en un partido único, por lo menos en un partido
hegemónico. Por eso es que el derrumbe de la URSS cierra la etapa de la
revolución insertada en América Latina.
«En rigor, lo que obligó a enterrar el paradigma soviético no fue, en
primera instancia, el reconocimiento y el distanciamiento de sus
“defectos de fábrica”, que todos fuimos descubriendo antes del derrumbe y
que todos apostamos a que podríamos corregirlos en nuestras respectivas
experiencias revolucionarias. Lo que obligó a enterrar el paradigma
soviético fue el cambio en la correlación mundial de fuerzas que se
deriva del derrumbe de la URSS. Para muchos de nosotros, el entierro fue
motivado por esa causa de fuerza mayor y, solo con el paso del tiempo,
es que se convierte en un entierro del paradigma en sí mismo, en la
medida en que la vida demostró que el socialismo latinoamericano del
siglo XXI tiene que fundar su propia matriz.
«Hasta el momento del derrumbe, el paradigma de la Revolución de
Octubre seguía vigente en forma directa para la mayoría de los partidos
comunistas latinoamericanos y, con la mediación de la Revolución Cubana,
para importantes sectores del movimiento insurreccional, aunque, por
supuesto, ya muy dañado por la crisis terminal del bloque europeo
oriental de posguerra, iniciada en 1985 con la perestroika, la glasnost y
la nueva mentalidad de Gorbachov, cuyo punto de inflexión es la caída
del Muro de Berlín en noviembre de 1989.
«Ahora todos somos críticos del “socialismo real” y, consciente o
inconscientemente, damos la impresión de que siempre lo fuimos. Lo
primero puede ser cierto, pero lo segundo no necesariamente lo es.
«Para colocar las cosas en su lugar, es bueno acudir a los ejemplos
concretos. La diferencia entre el gobierno del Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN) que hubo en Nicaragua en la década de 1980 y
el actual no es, en primer término, el resultado de un análisis crítico y
de un distanciamiento de los “defectos de fábrica” del referente
soviético, sino de que, debido al cambio en la correlación mundial de
fuerzas derivado de la crisis terminal del “socialismo real”, esa
organización fue desplazada del poder y le tomó más de tres lustros
volver al gobierno por la vía electoral. Por supuesto, una vez que el
FSLN perdió las elecciones de febrero de 1990, tuvo el tiempo y la
motivación suficientes para hacer el análisis crítico y el
distanciamiento ya mencionados, pero que conste que fue a posteriori y
como resultado de la situación en que se vio colocado.
«Algo análogo sucede con la conversión del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)
de El Salvador de movimiento insurgente en partido político. Eso
tampoco fue, en primer término, resultado de un análisis y un
distanciamiento del referente soviético, sino del cambio en la
correlación mundial de fuerzas que lo llevó al convencimiento de que no
lograría conquistar el poder mediante la lucha armada. Lo demás vino
luego.
«No convirtamos la necesidad en virtud. Es obvio que FSLN hubiese
preferido seguir ejerciendo el poder en Nicaragua como partido
hegemónico de la manera en que venía haciéndolo desde julio de 1979.
También es obvio que el FMLN hubiese preferido conquistar el poder
mediante la lucha insurreccional, a tener que competir con la derecha
por el ejercicio del gobierno dentro de la institucionalidad
democrático-neoliberal hoy imperante en El Salvador.
«Para concluir esta argumentación, por supuesto que la Revolución
Cubana también hubiese preferido que la URSS hubiese encontrado la
solución a sus contradicciones internas dentro del socialismo y, de ese
modo, haber podido seguir contando con ella como su principal aliado
estratégico. Otra cosa es que el derrumbe haya sido inevitable e
irreversible. Eso fue y sigue siendo terrible, lo cual no quita que el
derrumbe en sí y el tiempo transcurrido desde entonces nos hayan
permitido reconocer que la URSS padecía una enfermedad congénita e
incurable, y nos hayan obligado a ser consecuentes con ese pensamiento
mariateguista que antes repetíamos sin interiorizarlo: el socialismo no
es calco ni copia, sino creación heroica.
«Por el hecho de que, para gran parte de la izquierda
latinoamericana, el entierro del referente soviético no fue el resultado
de un acto premeditado, consciente, voluntario, sino de una situación
de facto -que en nada dependía de ella, pero mucho la afectaba-, es que
sus efectos fueron tan traumáticos. La crisis terminal del “socialismo
real” fue, en su momento, un golpe muy duro por dos razones: una es que
provocó un brusco cambio en la correlación mundial de fuerzas a favor
del imperialismo y en contra de los pueblos; la otra es que generó
confusión, frustración y desaliento en amplios sectores de la izquierda,
buena parte de los cuales se quedó sin “modelo” a “aplicar”, con su
credibilidad dañada, debilitados, marginados, colocados a la defensiva
en política e ideología y, por si todo ello fuera poco, en esas
condiciones tan desventajosas, se vieron ante la colosal tarea de
repensar qué es el socialismo y cómo se construye».
¿Cuál es la situación actual y cuáles son las perspectivas de
la izquierda latinoamericana en la etapa histórica abierta a raíz del
derrumbe de la URSS?
-Como casi todas las interrogantes que la izquierda latinoamericana
debe responder, esta que Ud. plantea es de carácter interpretativo. Hay
muchos puntos de vista sobre esa problemática. Por eso elaboramos una
antología, para reunir y contrastar diversos puntos de vista. Por
supuesto que se podrían hacer muchas antologías sobre cada uno de los
temas abordados en La izquierda latinoamericana a 20 años del derrumbe
de la URSS, otras muchas sobre los temas que fue imposible tratar en
ella por la limitación de espacio, y otras tantas sobre la trayectoria,
la situación actual y las perspectivas de la izquierda en cada uno de
los países de la región.
«En esta antología hay puntos de vista convergentes y divergentes,
por ejemplo, sobre si la participación de la izquierda en la política
institucional transforma la institucionalidad existente en un sentido
positivo, o si es la institucionalidad existente la que transforma a la
izquierda en un sentido negativo. Otro ejemplo es que, como solo
podíamos invitar a un autor o autora por país para analizar sus
respectivas situaciones nacionales, es evidente que esos ensayos
resultan polémicos para quienes no comparten sus criterios».
Para concluir, si Ud. tuviera que caracterizar esta antología con dos palabras, ¿cuáles utilizaría?
-La caracterizaría con las palabras “polémica” y
“constructiva”: polémica porque es desacralizadora y crítica, tanto al
abordar los enfoques y temas generales, como al analizar la actuación de
la izquierda en los treces países mencionados; y constructiva porque su
objetivo no es la desacralización por la desacralización, ni la crítica
por la crítica, sino contribuir a la construcción de los socialismos
latinoamericanos del siglo XXI.
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