Por Atilio Borón
El PSUV obtuvo una victoria arrasadora en las elecciones venezolanas. La derecha esperaba que, ante la enfermedad del presidente Hugo Chávez,
cundieran el desaliento y la resignación que harían morder el polvo de
la derrota a los bolivarianos.Ocurrió exactamente lo contrario: el
chavismo avanzó en los grandes bastiones de la reacción, que sólo pudo
retener tres de los siete estados que antes controlaba.
Triunfó en Zulia, emporio petrolero y el estado con mayor población
yen Carabobo, núcleo industrial del país. Aparte se alzó con la victoria
enTáchira, estado fronterizo con Colombia y ruta preferencial de
paramilitares y narcospara sembrar el terror en Venezuela; y enla
insular Nueva Esparta.
Hay un par de casos que merecen un párrafo aparte: en Zulia el
candidato de la derecha, Pablo Pérez, no pudo ser re-electo perdiendo
casi 85.000 votos en el camino y bajando del 53 porciento, obtenido en
las elecciones del 2008, al 48 porciento. Mientras, el candidato
chavista subía del 45 al 52 por ciento, cosechando una clarísima
victoria en un estado que había sido tradicionalmente hostil a los
bolivarianos. Y en Miranda el ex candidato presidencial Henrique Capriles
ni siquiera mantuvo su caudal electoral: había obtenido el 53 por
ciento en el 2008 y logró el 52 por ciento días pasados, reduciendo el
margen de su victoria y fracasando en su apuesta - y la de toda la
derecha y el imperio- de transformar su protagonismo en la reciente
pugna presidencial en un trampolín que lo instalase como el gran
contendor del chavismo para las elecciones presidenciales que
eventualmente pudieran tener lugar en el caso de que Chávez no asumiera
la presidencia el próximo 10 de Enero.
¿Cuál es la principal lección que puede extraerse de lo ocurrido el
domingo pasado? A nuestro juicio, que las transformaciones sociales,
económicas, políticas y culturales que tuvieron lugar a lo largo de
catorce años de hegemonía chavista han tenido un calado tan hondo que
aún en ausencia del líder histórico y fundador del movimiento sus
voceros y sucesores están en condiciones de derrotar ampliamente a sus
adversarios.
Más allá de las controversias que, ante los ojos de las clases y
capas subalternas,pudiera suscitar uno u otro personaje del elenco
bolivariano ellos son percibidos como representantes de la nueva etapa
histórica por la que comenzó a transitar Venezuela desde comienzos de
1999, y ese pueblo no está dispuesto a regresar al pasado. La oposición,
al menos hasta ahora, no aparece como una alternativa ni cuenta con un
referente capaz de derrotar al chavismo.
Cuesta pensar que en la eventualidad de una elección presidencial
-precipitada por la inhabilitación absoluta que pudiera tener Hugo
Chávez para asumir la presidencia- Capriles pudiera construir un
liderazgo que, más allá de la mercadotecnia política ofrecida y
financiada por Estados Unidos, tuviera la fuerza necesaria como para
oponerse a la eficacia práctica del legado histórico del chavismo. Es
decir, a la ciudadanización de grandes masas tradicionalmente excluidas y
explotadas y a los grandes avances en materia de salud, educación,
cultura, vivienda, seguridad social y recreación.
En este sentido podría arriesgarse la hipótesis de que el proceso
bolivariano habría pasado un punto de no retorno, constituyendo una
sólida y perdurable mayoría electoral suficientemente blindada ante los
ocasionales sinsabores de la coyuntura o las frustraciones provocadas
por algunas decepcionantes (y puntuales) experiencias de gobierno. La
historia del Partido del Congreso en la India, del PRI en México y del
peronismo en la Argentina son otros tantos ejemplos que confirman que
cuando la hegemonía electoral se asienta sobre las raíces de un proceso
de profundas transformaciones -aun cuando se encuentre en curso, como es
el caso de Venezuela- la correlación de fuerzas que se arraiga en el
plano de lo social y que opone a ricos y pobres, capitalistas y
trabajadores, no puede dejar de proyectarse sobre los procesos políticos
electorales, eclipsando las circunstanciales oscilaciones de la opinión
pública o los cambiantes humores de la sociedad.
Esto fue lo que ocurrió en las recientes elecciones venezolanas, que ratifica lo que expresara Fidel
en su carta a Nicolás Maduro, el 15 de Diciembre, cuando dijera que
tenía la seguridad de que por dolorosa que fuese la ausencia de Chávez
los venezolanos “serían capaces de continuar su obra.” Quienes también
van a continuar su obra van a ser los imperialistas y sus aliados
locales, de modo que será preciso mantenerse en una actitud de
permanentevigilancia. Porque, si no pudieron derrotar al chavismo en las
elecciones sólo por un alarde de ingenuidad podría pensarse que ahora
archivarán sus proyectos de dominación y se quedarán de brazos cruzados,
resignados ante el inapelable veredicto de las urnas.
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