Como cada año, cientos de miles de creyentes cubanos esperan con
ansiedad y fervor religioso el 17 de diciembre, Día de San Lázaro.
Muchos, tanto en La Habana
como en el interior del país, celebrarán la fecha en sus propias casas.
Cuando eso ocurre no faltará la imagen del venerado santo, tan común en
los hogares cubanos, junto a otros que son también muy populares, y las
17 velas. La vigilia suele hacerse el 16 por la noche, para esperar el
advenimiento del día sagrado.
Desde días antes entre familiares y amigos comienza a circular la
noticia de quién hará una conmemoración especial y allí se dirigirán y
estarán hasta altas horas de la madrugada. Rezos y plegarias al santo
milagroso se hacen constantemente. Es también el agradecimiento por su
ayuda y su protección. En ese marco surgirán nuevas peticiones y las
correspondientes promesas por su cumplimiento.
Sin embargo, el hecho más connotado y que exige mayores sacrificios
de los fieles es la conocida Procesión al poblado de El Rincón, situado a
unos 20 kilómetros de La Habana. Allí está ubicada la pequeña iglesia
de San Lázaro, junto al hospital dermatológico que tiempos atrás era un
leprosorio atendido por monjas católicas.
La peregrinación a San Lázaro, iguala o supera por su fervor a la de la Virgen de la Caridad del Cobre,
alrededor del 8 de septiembre en dicho poblado de Santiago de Cuba,
reúne a varios miles de personas, que desde horas tempranas del día 16
comienzan un recorrido a pié, que para algunos puede significar más de
20 kilómetros. Se trata de una de las procesiones más multitudinarias de
América Latina.
Y aunque algunos usan los ómnibus para acercarse al lugar, una buena
parte, sobre todo los que pueden caminar grandes distancias, prefieren
hacer todo el trayecto a pie. Esa tarde y noche, la avenida Rancho
Boyeros, y otras pequeñas arterias que comunican con el lugar parecen un
hervidero humano. Unos lo hacen callados y entre continuos rezos, otros
en medio de la algarabía propia de la alegría de cumplir con su
protector. Ya en las carreteras que dan acceso a El Rincón el problema
es mayor. Será imposible usar ningún transporte automotor.
Por razones obvias la mayor cantidad de personas que participan en la
peregrinación son residentes de la ciudad de La Habana y de las
provincias cercanas, pero a ellos se unen otros que con anterioridad
llegan a la capital para incorporarse a ella. Estar en la Ermita a las
12 de la noche del día 16, es para muchos un deber insoslayable para con
el Santo que tanto bien ha hecho en sus vidas.
Al Rincón se va a pagar promesas, a orar por el bienestar y la ayuda
del Santo pero sobre todo por la salud de fieles, familiares y amigos.
Sin embargo, lo más impresionante para aquellos que presencian por
primera vez, son las penitencias que deben cumplirse por las promesas
hechas y los milagros recibidos. San Lázaro es un santo altamente
venerado, pero también temido si no se cumple con él.
En medio de la multitud que se apiña para llegar a la modesta ermita,
pueden verse personas tratando de alcanzarla de rodillas, sobre una
carretera muy escabrosa. Otras lo hacen arrastrándose y halando pedazos
de piedra u otros objetos pesados que hacen más flagelante su empeño. En
estos casos, es común que vayan rodeados de personas que constantemente
les transmiten aliento para que no decaigan en su propósito de llegar
hasta el altar. Otros con ramas tratan de limpiar el camino, para evitar
más dolor a sus rodillas, codos y cuerpos sangrantes. No hay espacio
para describir todos los sacrificios que allí pueden verse.
Es una autoflagelación que sólo los más apasionados devotos pueden
entender. Algunos repiten el cumplimiento de su promesa por varios años,
mientras la gente, llena de Fe comenta: “El milagro tiene que haber
sido grande”.
No siempre los creyentes dan a conocer los secretos del milagro, es parte de toda la mitología que rodea estas creencias.
Las ofrendas son abundantes, pueden ser en forma de flores, velas,
aceite, dinero u otros objetos valiosos. Entre las monedas es común que
se reúnan muchas de un centavo durante todo el año, y que ese día sean
depositadas frente al santo. San Lázaro es considerado por muchos el
guardián de los pobres y de los enfermos.
A las doce de la noche, cuando se produce el momento culminante, se
inicia la misa católica, mientras los sacerdotes presentes tratan de
mantener a la multitud allí reunida en la mayor calma posible. Ellos
también saben sobre la diversidad de las creencias que se salen de la
ortodoxia católica, pero la tolerancia se impone. No hay otra opción.
Precisamente el dato más interesante de estas celebraciones y
procesiones es que la población no la hace al San Lázaro Obispo de
Marsella de la iglesia católica, que preside el altar mayor de la
ermita, sino al San Lázaro de las muletas y los dos perros, vestido con
evidente pobreza y lleno de llagas, que los perros lamen para calmar el
dolor. Ese es el San Lázaro venerado por el pueblo de Cuba.
Pero no sólo eso. Es también Babalu Aye, una deidad de origen Arará, incorporada a los cultos de la Santería
y el Palo Monte y sincretizada con San Lázaro. Por eso entre los que
transitan ansiosos, alegres o silenciosos durante la procesión o
cumpliendo múltiples penitencias es común que una buena parte sean
creyentes de esas religiones de origen africano. E inclusive, que las
promesas hayan sido hechas frente a sus propios altares.
Hay que reconocer que las celebraciones religiosas más connotadas y
espectaculares se dan precisamente en las casas de los creyentes de
estas religiones, con rezos, toques de tambor, bailes y danzas que
pueden durar toda la noche. Se trata de un culto nacional que ha
sobrevivido a múltiples inconvenientes, porque forma parte de la
identidad religiosa cubana, nutrida de muy diversos componentes
originarios.
(Tomado de El Milagroso San Lázaro)
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