Cuando Ernesto Fernández Nogueras (La
Habana, 11 de noviembre de 1939), contaba con solo 12 años, ya
incursionaba en el mundo del arte y se relacionaba con artistas,
escritores, creadores que con el devenir del tiempo se convertirían en
figuras importantes para la cultura cubana, como Carlos Fernández,
Generoso Funcasta, José Agraz, Salvador Bueno, Jorge Mañach, por solo
citar algunos. Fascinado por el oficio de la imagen, inició susprimeras
aventuras en Carteles, prestigiosa revista cubana de los años
cincuenta. En ella hizo de todo un poco: emplanador, aprendiz de
dibujante, diseñador; en fin, que se
procuró todas las herramientas que lo ayudarían en su profesión, para
apretar finalmente el obturador de una cámara, de la que no iba a
separarse jamás.
Siendo aún muy joven, retrató el ambiente
de la Cuba republicana, en una ciudad marcada por su época, sociedad
consumista y competitiva que enaltecía, por sobre todas las cosas, la
propaganda publicitaria, pero ni siquiera este universo escapó a su
agudeza visual. Resulta sorprendente cómo, para construir sus imágenes,
vuelve la mirada hacia el entorno social, la calle y su gente, hacia el
comportamiento humano, hacia esos seres anónimos y marginados dentro de
una nación fragmentada: campesinos, obreros, vendedores de artículos,
trabajadores comunes, fiestas y celebraciones populares, mujeres y
niños, figuras reconocidas y también preteridas.
Con el triunfo revolucionario comienza
una nueva etapa en la historia de Cuba. La fotografía experimentó una
fuerte influencia proveniente del espíritu de esos primeros tiempos,
llegando a instaurarse como el arte de la Revolución, gracias al papel
fundamental que desempeñó a través de las imágenes que aparecían en las
publicaciones periódicas en las que se legitimaba ante el mundo entero
la obra de la Revolución, y el rostro de sus principales líderes, al
tiempo que se comunicaban, validados por la veracidad aportada por el
documento fotográfico, los cambios sociales, la historia y los logros de
la Revolución.
Para Ernesto llegaron los arduos y
provechosos días en el periódico Revolución y en el suplemento Lunes de
Revolución. Reconocida publicación que le dio por encima de todo un
valor primordial a la fotografía como herramienta de comunicación. Para
ese entonces, este artista se convierte ya en un verdadero fotógrafo
combatiente, que deriva en un experimentado fotorreportero de guerra,
acumulando en su haber reportajes de casi todas las contiendas en las
que la Revolución se vio implicada. No hubo hecho trascendental en la
historia de Cuba en esos años que no fuera documentado por su cámara y
mostrado luego en las páginas de esta y otras publicaciones, tales como Mella, INRA, Prisma, Cuba, Cuba Internacional y Casa de las Américas.
En todas se aprecia el sello permanente de su preocupación por lo
testimonial, su persistente humanismo y su interés en el acontecer del
mundo, como las series dedicadas a la entrada triunfante de los rebeldes
revolucionarios a La Habana, la lucha contra bandidos en el Escambray,
la Columna Juvenil del Centenario, la crisis de los misiles, las zafras
del pueblo y Playa Girón, en las cuales se advierte su interés en
documentar las acciones de los individuos que forman la masa.
De esta última serie, la obra Girón, 1961,
resulta especialmente atractiva, sobre todo, después de la atinada idea
de emplazarla, a gran escala, en una valla promocional enclavada en la
emblemática esquina de 23 y 12, donde en el año 1961 se declaró el
carácter socialista de la Revolución, durante los funerales de las
víctimas por los bombardeos enemigos, preludio de la invasión mercenaria
a Playa Girón.
A las puertas de la oncena edición de la
Bienal de La Habana (mayo-junio 2012) surgió el proyecto de realizar
esta intervención pública, pero lamentablemente, por el poco tiempo con
que se dispuso y otras situaciones logísticas, no pudo concretarse en
aquel momento.
Hoy puede ser valorada en toda su dimensión por quienes transitan por esa intersección habanera.
A propósito de este acontecimiento sostuve un breve diálogo con Ernesto Fernández Nogueras:
En una entrevista, con motivo de
habérsele otorgado el Premio Nacional de Artes Plásticas 2011, usted
expresó textualmente: “Quisiera que esa foto estuviera en la valla de la
cafetería La Pelota en 23 y 12. Si eso se pusiera ahí, yo sería el
hombre más feliz del mundo”. —¿Qué opinión le suscita la materialización
de este proyecto?
“Tuve que esperar 50 años para que
estuviera ahí, donde siempre debió estar, porque la historia de esta
imagen empezó en esta esquina. Todo lugar espera por su imagen y toda
imagen espera por su lugar. Es como si se hubiesen encontrado”.
Cuéntenos del proceso de creación, producción, diseño y montaje del proyecto…
“Esta idea la conversé con Abel Prieto;
le comenté lo triste que se veía la esquina de 23 y 12 sin la valla que
siempre tuvo, y lo que me gustaría que la foto tomada por mí durante el
bombardeo de los autobuses en Playa Girón estuviese allí. Unas semanas
después, volví a retomar la idea con los organizadores del programa
colateral a la Bienal, los que me propusieron incluirlo, como una
muestra más, dentro de este evento. Más adelante, vinieron las consultas
con las entidades responsables, que aceptaron el proyecto. Ya para ese
entonces, la Bienal estaba a punto de iniciarse y apenas quedaba tiempo
para coordinar esta propuesta. A dos meses de finalizada la Bienal,
recibí una llamada que reafirmaba el empeño de darle continuidad a este
proyecto. Enseguida nos pusimos a trabajar. Ernesto Javier (mi hijo)
preparó el diseño, mientras que la producción y el montaje estuvieron a
cargo del taller de impresión de Propaganda Gráfica del Partido. Ya a
finales de septiembre estaba ubicada la valla”.
Esta foto tiene un gran impacto
visual, nos devela un ojo muy refinado, cargado de mucha sensibilidad;
deja ver la parte oscura y triste de la guerra. No obstante esa
atmósfera gris y desolada que envuelve la imagen, esa foto habla por sí
misma; nos anuncia con toda seguridad la victoria y que se acerca,
quizá, un nuevo combate. ¿Llegó usted en el momento decisivo para captar
ese instante?
“La imagen estaba ahí. Solamente había
que estar en el lugar y con una cámara. La había visto miles de veces en
el cine y ahora la vida me la ponía delante después de un horrible
bombardeo donde murieron muchos milicianos producto de esas bombas y
del napalm. Ya no era ficción, era una realidad. Los milicianos a
pesar de las bombas marchaban a través del humo y la metralla hasta el
próximo frente de batalla”.
Su estética en la fotografía se
caracteriza por el tratamiento de la luz y el contraste con las sombras.
En esta foto, en particular, usted juega con un lenguaje muy cercano a
los recursos que se utilizan en el cine. A mí, particularmente, me
despierta la sensación de una escena cinematográfica. ¿Influyó el cine
en su formación artística?
“Sí, mucho influyó el cine en mí. Siempre
me gustó el cine y las películas de guerra. Un fotógrafo lo primero que
tiene que hacer es llenarse de imágenes”.
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