El calendario más preciso y conceptualmente más rico que se haya elaborado en el mundo es el maya, sin embargo, es solo uno de los tantos aportes que esa milenaria cultura americana ha hecho a la humanidad, según los expertos.
Ese calendario, de 18 meses de 20 días, más el Wayeb, de cinco días
sagrados, marca el próximo solsticio -21 de diciembre en el occidental-
el fin de la ‘cuenta larga’ (era de 5.200 años), motivo de celebraciones
con rituales ancestrales, aunque también de vaticinios apocalípticos.
“El calendario maya no es simplemente una cuestión de contar
segundos, minutos y horas”, sino un modelo de “cómo se mueven los astros
y de cómo esto influye de manera cíclica en la vida humana”, dijo el
antropólogo guatemalteco Álvaro Pop, miembro del Foro Permanente de las
Naciones Unidas sobre Cuestiones Indígenas.
Mediante la observación y el estudio del cielo, los mayas
desarrollaron el concepto de que “no hay nada que no esté influenciado
por los astros, desde las mareas hasta el nacimiento de los niños y las
niñas”, afirmó.
La antropóloga costarricense Ana Cecilia Arias coincide con Pop en
subrayar el impresionante desarrollo del conocimiento astronómico de los
mayas. “Desde tiempos muy tempranos, desde antes de Cristo, los mayas
van logrando un desarrollo sociocultural tan enorme que pudieron manejar
ciertos cálculos matemáticos para determinar la órbita de Venus”,
explicó Arias.
La astronomía también les sirvió para tener un conocimiento más
preciso de la influencia de los astros sobre la vida de las plantas, lo
que a su vez les permitió mejorar sus conocimientos agronómicos.
Más allá de esto, los mayas hicieron aportaciones muy significativos a
la arquitectura, las matemáticas, la topografía, el arte textil o la
cocina que se han proyectado a través de los siglos hasta la actual
cultura mesoamericana, que abarca parte de México, Guatemala, Belice,
Honduras y El Salvador.
Hombres de maíz
El arte culinario de Mesoamérica, caracterizado por la presencia
medular del maíz, también hunde sus raíces en la cultura de los mayas, que domesticaron esta planta hace 3.000 años y la convirtieron en uno de los ejes centrales de su vida.
Fueron además los primeros en cultivar el cacao, ese seductor
producto que hoy deleita paladares en el mundo entero y hay indicios de
que podrían ser los culpables del hábito de mascar chicle, goma obtenida
a partir de la savia de una planta, conocida científicamente como
Manilkara zapota, originaria de México y Centroamérica.
El manejo del diseño y el color en los tejidos indígenas
guatemaltecos, admirados en el mundo, son expresiones inconfundibles de
esa cultura. “Sobre todo el color de esos tejidos constituye la
expresión de vida más explosiva y bella que se pueda encontrar en el
continente y el mundo”, asegura Pop.
En otros ámbitos, los mayas hablaron 36 lenguas en toda Mesoamérica,
muchas de las cuales se conservan vivas, con una estructura gramatical
muy desarrollada y expresiones literarias propias.
El Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas, es una de esas
importantes herencias literarias, donde se refleja con claridad la
cosmovisión y la espiritualidad de este pueblo.
Como han hecho las grandes culturas de la humanidad, los mayas
desarrollaron una escritura que hemos podido descifrar y a través de la
cual conocemos su historia, inscrita en las llamadas ‘estelas’, unos
monumentos de piedra tallada que guardan el registro de grandes
acontecimientos.
Algo más que ruinas
La cultura maya tuvo su mayor esplendor en el llamado período clásico
(250-900 d.C.) hasta que entró en una etapa de decadencia en el período
postclásico que se prolongó hasta tres siglos antes de la llegada de
los españoles a la región.
Es indiscutible que muchos de los grandes monumentos arquitectónicos
de la región, como las iglesias coloniales, están impregnadas del mismo
conocimiento de la física y la ingeniería que hicieron posibles las
grandes pirámides construidas por los mayas, pues muchos de los
constructores eran indígenas herederos de tales conocimientos, aseguró
Arias.
De la época de gloria de la civilización maya quedan en la actualidad
los vestigios de grandes ciudades como Chichén Itzá, en México; Tikal,
en Guatemala; Copan, en Honduras; y Tazumal, en El Salvador, que
constituyen las mecas del turismo arqueológico regional.
Pero sobre todo, queda una numerosa población que, además de
conservar la herencia genética de sus antepasados, sigue guardando mucho
de la tradición cultural, en contextos muy adversos, de sociedades que
menosprecian su propio pasado.
Hoy subyugada, discriminada, arrinconada en la miseria y despreciada
en su valor, la cultura maya continúa, sin embargo, haciendo una
aportación valiosísima a la sociedad mesoamericana y universal, asegura
Pop: “Y es la enseñanza de que la paz es la mejor forma de convivencia
humana”.
Esta actitud pacífica y de respeto a la naturaleza es esencial
-afirma el antropólogo- a la espiritualidad de los mayas, que no se
compara con la de ninguna otra cultura prehispánica de América.
(Con información de AFP)
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