Por Frei Betto
Conocí
a Joelmir Beting en la década de 1980. Debido a sus sutiles comentarios
económicos críticos de la dictadura, flanqueados de metáforas e
imágenes brillantes, lo invité a dar una conferencia en la Semana del
Trabajador, en São Bernardo do Campo.
Poco después le sugerí a Fidel Castro,
interesado en conocer mejor la economía brasileña, que invitara a
Joelmir a visitar Cuba. Desembarcamos en La Habana el jueves 9 de mayo
de 1985.
Fidel le preguntó al periodista brasileño:
–¿Cuál es su trabajo diario?
–Hago una hora y media de programa de radio y por la noche media
hora de televisión. También escribo una columna diaria, reproducida en
25 periódicos.
Joelmir le contó su historia personal: era hijo de un trabajador
eventual ya muerto, como tantos otros campesinos de hoy, por culpa de la
caída del camión que lo llevaba a su trabajo.
Creció entre las labores
de la caña y el café, criado por el venerable sacerdote Donizetti en
Tambaú, en el interior de São Paulo. Estudió Ciencias Sociales en la
Universidad de São Paulo y trabajó como maestro de primaria, lo cual le
dio facilidad para traducir lo relativo a la economía en un lenguaje
accesible.
–¿Hay mucha caña en São Paulo?, preguntó Fidel.
–Produce el 75% de toda la caña de azúcar del Brasil -aclaró Joelmir,
que aprovechó la ocasión para hacer a su vez una pregunta: ¿Qué lee
usted cada día?
–Todas las mañanas recibo un montón de páginas con las noticias del
día seleccionadas por índice: Cuba, azúcar, Estados Unidos, etc. Primero
reviso las fuentes. Sé que las agencias de los Estados Unidos no son
imparciales. Empleo en esto entre una hora y hora y media. Así me formo
una visión global de todo lo que las agencias internacionales informan
sobre cada tema.
–Nadie conoce el ordenador que el ser humano tiene en la cabeza, comentó Joelmir. ¿Cómo es su trabajo?
–Es un trabajo tenso, difícil, que encierra una responsabilidad muy
grande. Pero uno se acostumbra. Trato de aprender en conversaciones con
los visitantes. A través de amigos sé lo que se piensa en muchos países.
–¿Y a usted le gusta hablar en público?
–Tengo miedo escénico. Hablo de improviso, porque al pueblo no le
gustan los discursos escritos. Parto de argumentos. Es cierto que llego
tenso, pero la reacción del público estimula.
Llego como alguien que se
presenta a un examen. Cuando debo hablar acerca de la salud, por
ejemplo, necesito memorizar las cifras. Se trata de grabar los índices
de mortalidad infantil, y lo consigo pronto. Es más difícil cuando el
problema está determinado por quince o más factores. Tengo que dominar
el tema y ordenarlos. Hay gente que explica lo que no entiende.
Yo, si
no domino un tema, no trato de explicarlo.
–¿Está realizado en Cuba el proyecto social?
–Sí, en lo esencial.
–¿Es éste el modelo cubano?
–Hay mucho de cubano. El sistema electoral es todo cubano. Cada
circunscripción, con diezmil electores, elige a su delegado al Poder
Popular. Votan los vecinos. Y son ellos quienes proponen un nombre para
delegado. Sugieren un máximo de ocho nombres y un mínimo de dos. El
Partido no se mete en eso. Quedan elegidos los que obtienen más del 50%.
Esos delegados conforman la Asamblea Municipal y eligen el poder
ejecutivo municipal. Después se reúnen las comisiones, integradas por el
Partido y por las organizaciones de masas, para elegir los delegados de
la provincia y los 500 diputados de la Asamblea Nacional. Más de la
mitad de los cuales sale de la base.
Cada tres meses se reúnen los
vecinos con el delegado de la circunscripción para evaluar su trabajo. E
incluso pueden quitarlo. Este sistema donde la población propone los
candidatos que integrarán la mitad de la Asamblea Nacional es la
democracia de abajo hacia arriba. No es como pasa con los políticos
burgueses quienes, después de elegidos, pasan cuatro años sin presentar
cuentas y sin que puedan exigirles nada. El Poder Popular nombra al
responsable de la salud en la provincia pero, para evitar choques, se
consulta antes al Ministerio. Es una forma de evitar tensiones entre el
Poder Popular y el poder central.
El diálogo entre Fidel y Joelmir fue reproducido en forma de
entrevista en todos los diarios brasileños para los que trabajaba
Joelmir en aquella época y, en agosto de 1985, fue editado en un libro
por la editorial Brasiliense con el título de Los intereses subversivos.
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