Elio Abreu Travieso, el Médico y delegado de Santo Tomás. |
Por Rouslyn Navia JordánFotos: Ismael Francisco/Cubadebate.
“Santo Tomás se ha convertido en parte de mi existencia, me siento un
santotomeño, como ellos se definen. Eso, santotomeño y cenaguero,
aunque no sea natural de aquí.” Así anuncia con orgullo Elio Abreu
Travieso, “el médico”, como le han bautizado los habitantes de ese
remoto paraje del occidente cenaguero.
Allí lo enviaron hace poco más de un año durante el servicio social
cuando concluyó los estudios en su natal ciudad de Cárdenas, como parte
del nuevo programa de formación en los policlínicos docentes.
Cada septiembre acuden recién graduados a ocupar responsabilidades en
consultorios como parte del Plan Turquino-Manatí. En la Ciénaga de
Zapata todos lo saben, así que en Santo Tomás lo recibieron quizá
esperando el adiós acostumbrado al cumplirse el plazo.
Sin embargo, durante una de sus visitas de descanso allá en la Ciudad
Bandera, Elio logró que la familia pusiera el grito en el cielo ante el
anuncio; el mismo causante de fiesta y alegrón en el batey: “me quedo”,
expresó con firmeza, y remató “indefinidamente”.
UN MÉDICO “LOCO” QUE SE QUEDÓ
Unos meses antes de graduarse, había recibido la noticia sobre el
lugar que le estaba destinado para el cumplimiento del servicio social.
“Difícil acceso, dijeron, y me explicaron las condiciones: la ausencia
de electricidad, la lejanía de más de 30 Km con cualquier otro poblado,
etc. Me dio un poco de miedo, imagínense, permanecí siempre en la
ciudad, nunca había venido aquí.
“Cuando llegué, el impacto resultó tremendo. Pero, luego me adapté a
esta rutina con las maravillosas personas de la zona, con las cuales
mantengo excelentes relaciones. Representa una experiencia inolvidable
la de poder entrar en contacto con la Naturaleza y en especial con la
idiosincrasia y las tradiciones del cenaguero, hacerme partícipe de
ellas.”
La familia incluso lo ha tildado de loco, se preguntan qué le ha
gustado tanto allá que cuando viaja de visita a casa siempre está
ansioso por regresar. “Han venido a verme, creo que tratando de
encontrar la respuesta, pero no hay misterios, simplemente me siento
bien aquí.
“Algunos opinan que me voy a atrasar desde el punto de vista
profesional, pero no tienen razón porque recibo cursos, clases y la
preparación necesaria en aras de continuar superándome.
“En cuanto a las novias… he tenido algunas relaciones y las he
traído, pero en cuanto se apaga la planta a las 12 de la noche me dicen:
no vengo más”, ríe. “Los mosquitos tampoco ayudan en ese sentido.”
El reducido número de habitantes (alrededor de 69 personas), no
justifica la existencia del consultorio médico de la familia. Sin
embargo, la lejanía lo convierte en un servicio imprescindible.
“Aquí resultan frecuentes los traumatismos en trabajadores del monte,
he visto heridas de todo tipo, así como enfermedades crónicas no
transmisibles vinculadas a factores de riesgo. En ocasiones llegan casos
de emergencia médica, entre las comunes se encuentran los cólicos
nefríticos, la diabetes y la presión arterial descompensada. Por suerte
aquí hemos logrado darle solución, lo cual evita hacer venir la
ambulancia y realizar el traslado hacia el policlínico.
“Lo malo de trabajar solo radica en que debes hacerlo todo:
diagnosticar y poner el tratamiento, lo cual se dificulta incluso más en
las noches, cuando no hay electricidad.
“Si bien existen paneles solares previendo tales ocasiones, tenemos
problemas con el convertidor del equipo y desde hace más de cinco meses
no funciona.
“Varias veces se me ha acabado la batería de la lámpara recargable y
me he quedado con la mochita en la mano esperando la llegada de alguien
con iluminación para poder cogerle una vena al paciente. Por fortuna,
contamos con la posibilidad de mandar a avisar al encargado de la planta
y le pedimos que la encienda.
EL DELEGADO QUE LLEGÓ DE LEJOS
Elio conversa con entusiasmo mientras nos ofrece un recorrido por el
lugar. No se detiene un segundo, ansía compartir la magia que lo atrapó y
nos muestra cada rincón amado.
Llama a los vecinos, solicita café para todos en una de las casas
mientras Gino, el mono que vive en la Estación Ecológica, “le pica” un
cigarro solo con la intención de destrozarlo.
Más adelante, orgulloso nos muestra un pozo abierto con sus propias
manos donde observamos una pequeña claria a la cual dio hospedaje.
Enseguida nos aclara que de esa agua no bebe, la emplea en la limpieza
del piso y demás menesteres.
“Me esfuerzo por brindar atención esmerada. Estamos distantes de
servicios de salud sofisticados, por lo tanto debo dar lo mejor
aprovechando los recursos de que dispongo.
“Asimismo, he tratado de ayudar en lo que se considera el banco de
problemas de la comunidad. Por esa razón, me eligieron recientemente
como delegado de la circunscripción, lo cual consideré un honor.”
“Ahora me corresponde no defraudar la confianza depositada en mí y
esforzarme porque el batey prospere y perdure, rescatar sus tradiciones.
Ansío convertirme en un protagonista más del acontecer cultural y
deportivo.
“Por ejemplo, en este momento chapeamos con el objetivo de embellecer
las áreas, y vamos a poner un nuevo cartel en la entrada del poblado.
Nos encontramos también mejorando el tendido eléctrico, que se
encontraba en precarias condiciones, tarea asumida por nosotros mismos:
buscar postes, abrir huecos, colocarlos en posición, etc. De ese modo
apoyamos a los compañeros de la OBE.
“Creamos áreas deportivas y planificamos actividades, ya contamos con
una promotora cultural y a partir de ahí vamos a enriquecer un poco más
la vida.”
Santo Tomás surgió mucho antes de la Revolución, cuando las personas
llegaban para obtener madera y trabajar el carbón. Tal y como sucedía en
los demás asentamientos cenagueros, la pobreza se extendía y solo
después de 1959 comenzaron a notarse mejoras en la realidad diaria de
los habitantes.
“Hoy contamos con consultorio médico de la familia, instalaciones
deportivas, de comercio y gastronomía, una escuela, círculo social,
estación ecológica, planes de carbón y de la Empresa Forestal, una sala
de televisión y rehabilitación donde también se ofrecen actividades de
lectura y juegos de mesa.
“Los santotomeños son personas muy agradecidas, trabajadoras y humildes, te brindan lo que tienen.”
Si usted llega allí, no lo encuentra en la consulta y pregunta a
cualquiera por el médico, probablemente le respondan que salió a montar
caballo.
“Se trata de una pasión que tengo desde niño, y pude realizar acá”,
sonríe. “En mi tiempo libre suelo dar paseos por el bosque, ir hasta la
zanja a montar bote o pescar, me sumo a los juegos deportivos con los
jóvenes.
“Anécdotas de aquí hay muchas, buenas y malas. Entre las peores la de
quedarse sin transporte en el pedraplén y tener que entrar a pie.”
El occidente cenaguero se caracteriza por su población de cocodrilos.
“He visto algunos en las áreas donde viven. Te los puedes encontrar de
casualidad en la zanja o en la zona de Maniadero, donde cruzan por
encima del camino, pero no se avistan con mucha frecuencia en las áreas
habitadas por el hombre.
El día se nos pasa escuchando los cuentos de Elio, quien casi nos
convenció de chapotear en la zanja inundada para que alcanzáramos a
disfrutar de la fauna local, y se asombró de que no escucháramos el
disparo con que pusieron a dormir el sueño eterno a un puerco jíbaro
colado en el pueblo mientras degustábamos un sabroso café.
Ha llegado la hora de marchar… el sol ya calienta fuerte y aún
tenemos por delante un largo trecho. Por el camino descubro un beso
verdoso y húmedo en el cristal de la ventanilla dejado por uno de los
caballos del médico.
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