Por Osvaldo Martínez
Tomado de Cubadebate
Presentar el libro “Antes de que se me olvide”, feliz resultado de una conversación con intermitencias a lo largo de varios años entre Alí Rodríguez Araque, el que habla antes de que se le olvide y la compañera Rosa Miriam Elizalde es casi una tarea imposible porque el libro tiene un formidable prólogo escrito por el compañero Presidente Hugo Chávez Frías que contiene valoraciones tan profundas, exactas y entrañables de Alí, que después de leerlo la pregunta que me hice es ¿qué puedo decir yo que no esté expresado allí con conmovedora emoción y además, desde la estatura moral del compañero Chávez?
Y también porque es un libro fascinante que no cabe en un comentario
de presentación porque el mismo generará no pocos otros libros; unos
para el elogio merecido o para debatir y aprovechar algunas de las
muchas ideas que Alí desarrolla y otros para ejercitar la carnicería de
la crítica enemiga porque reconocerán en él un formidable instrumento de
lucha para los revolucionarios.
El libro no es la biografía de Alí, pero me atrevería a decir que es,
en cierta medida y sin pretenderlo, la biografía de una época
latinoamericana que comprende desde las luchas contra las dictaduras de
Pérez Jiménez y de Batista, la lucha armada guerrillera, el abandono de
la vía armada, la difícil recomposición posterior de las fuerzas
revolucionarias, el fecundo encuentro entre militares bolivarianos
dignos y los revolucionarios que no se desanimaron, hasta la victoria
electoral que abrió el camino hacia el gran objetivo de construir el
socialismo del siglo 21, sin obviar los reveses momentáneos como el 4 de
febrero de 1992 o la telúrica explosión de cólera popular salvajemente
reprimida durante el Caracazo en 1989.
No pretende Alí que sus respuestas a las muchas preguntas de Rosa
Miriam sean la interpretación conclusiva sobre esa época entre fines de
los años 50 y finales de los 70, repleta de heroísmos, de mártires, de
verdugos, la cual es diferente en cada país, pero al leer las respuestas
de Alí sentimos que mucho de lo que dice sirve para entender puntos
esenciales de ese ciclo de luchas armadas. De él habla Alí como
protagonista directo, desde la autoridad que le dan sus 16 años de
cerrada clandestinidad ante los encarnizados represores asesorados por
los profesores yanquis que inauguraron en Venezuela la figura de los
“desaparecidos”, desde su condición de combatiente guerrillero en varios
frentes, de luchador clandestino en las ciudades, de ejecutor de
sabotajes contra las instalaciones petroleras controladas por
transnacionales que explotaban entonces “los veneros de petróleo” que
según Alejo Carpentier había regalado el Diablo a Venezuela, y también
de combatiente internacionalista ayudando a las luchas en Centroamérica,
de revolucionario siempre.
No es el libro tampoco una historia sociologizada o académica de los
años de las luchas armadas, pues la infancia y la formación familiar,
cultural y política están allí, incluido el niño de procedencia humilde
que dice haber pasado una infancia feliz viviendo entre Japón y Berlín,
nombre de dos pequeños pueblitos del campo venezolano, sin relación
alguna con el eje Roma-Berlín-Tokio y sin haber salido de Venezuela.
Es también el guerrillero que en su mochila llevaba no solo los
elementos de subsistencia, sino que también cargaba Cien Años de
Soledad, La montaña mágica, Ana Karenina, Cambio de piel, y no llevaba
sus muy leídos y gruesos tomos de “El Capital” de Carlos Marx por el
mucho peso.
Agotada la lucha armada, Alí actuó como negociador con el gobierno de
entonces para que retornaran a la vida pública los que permanecían
clandestinos y fue uno de los participantes en un acuerdo sui géneris
sin papeles ni firmas mediante el cual se abrió para él una nueva etapa
de lucha compleja y desafiante, en nuevas condiciones.
Una parte muy importante del libro lo ocupa el tema petrolero. No
podía ser de otra forma, siendo Alí Rodríguez un muy reconocido experto
en el tema a nivel mundial y por haber combinado de manera impresionante
sus estudios sobre la teoría de la renta de la tierra de Marx, con una
vasta práctica petrolera que incluye al autor de un libro sobre la
privatización del petróleo en Venezuela, al diputado que libra valiente
batalla condenada al fracaso en un parlamento de obedientes
politiqueros, contra la llamada Apertura Petrolera, manifestación del
dogma neoliberal que llevó a la entrega complaciente del petróleo
venezolano a las transnacionales y a su manejo anti nacional por parte
de la empresa PDVSA que pretendió ser más estado que el propio estado
venezolano.
Alí señala, con razón, que los marxistas hemos dedicado poca atención
al estudio que hace Marx de la renta de la tierra y es de allí de donde
extrae las bases para su interpretación de la realidad petrolera
venezolana. Adelantando conclusiones, es evidente que en los años
transcurridos desde la creación de la OPEP, pasando por la Apertura
petrolera neoliberal, la casi guerra de precios y la ruptura de la OPEP
que los obtusos neoliberales estuvieron a punto de hacer, pasando
también por el golpe petrolero contrarrevolucionario y por la sólida
base que el petróleo le ha dado a la política social del gobierno
bolivariano, la historia le ha dado la razón a Alí.
En Venezuela, la riqueza en petróleo determinó la estructura básica
del país, pero en forma de un capitalismo atípico, en el cual la
plusvalía no se obtiene en el proceso productivo interno, sino en la
captación de una renta que como la renta de la tierra se basa en la
propiedad soberana y es captado por el Estado. Esa renta no se cobra
dentro del país, sino que se obtiene en el mercado petrolero
internacional. Del auge petrolero se derivó el despoblamiento del campo
venezolano y el colapso de la producción agrícola, la existencia de un
Estado que como repartidor del ingreso petrolero, amamantó a una
burguesía débil, corrompió a sectores del movimiento sindical, creó una
cultura rentista y en ocasiones, como dice Alí, percoló migajas hacia
los pobres que colocaban antenas de televisión en los ranchos de
Caracas, versión que a los cubanos nos recuerda aquella época en que el
voraz tiburón se bañaba, pero salpicaba mendrugos.
Es muy interesante la explicación que hace Alí -quien fue Ministro de
Energía y Minas, secretario general de la OPEP y Presidente de PDVSA en
los días críticos del golpe petrolero- de la conversión de PDVSA, en
fiel seguimiento a la política neoliberal, en una empresa
“internacionalizada” que en la práctica significaba “extranjerizada” y
en manos de gentes formadas por la Creole, la Shell y otros consorcios.
PDVSA llegó a mantener la política de tener liquidez cero a invertir
fuera de Venezuela y reducir su contribución fiscal al país, al tiempo
que aumentaban la producción para satisfacción del gran consumidor
norteamericano y entablaban una guerra de precios dentro de la OPEP que
puso en peligro la existencia de ella. A tal extremo llegó que a poco de
asumir Chávez el gobierno, PDVSA andaba gestionando recibir un crédito
por 3,000 millones de dólares para cubrir sus enormes gastos.
A estos
dirigentes de PDVSA, a la llamada “meritocracia” arrogante y convencida
de que sería imposible sin ellos hacer funcionar la industria petrolera,
se enfrentó Alí Rodríguez.
Utilizando una expresión -con una enorme carga histórica honorífica,
el Presidente Chávez en el prólogo califica a Alí como un hombre de las
dificultades-, aquel que nunca se ha negado a ocupar las más candentes
responsabilidades en momentos de tremendas crisis.
Así, Alí ha sido secretario general de la OPEP cuando estaba cercana a
estallar una guerra de precios en ella, Chavez apenas llegaba al
gobierno y el barril de petróleo estaba a 7 centavos. Fue Canciller
cuando se produjo una grave crisis con Colombia, Ministro de Finanzas
cuando se intentó crear una crisis bancaria, en momentos de descenso del
precio del petróleo que podría haber tenido graves consecuencias y a la
que Alí se enfrentó exitosamente y dejó una reforma bancaria que hace
más estricto el control sobre el funcionamiento de los bancos y protege a
los pequeños depositantes.
Fue designado Ministro de la Industria Eléctrica en el momento de la
más grave crisis en ese sector en la historia de Venezuela, que llegó a
convertirse en un problema político para el gobierno bolivariano.
Y ahora Alí es el Secretario General de UNASUR, institución que junto
a la CELAC y la ALBA son los grandes símbolos de una nueva época de
conciencia de soberanía latinoamericana y de echar adelante la América
Nuestra. Su gran pensamiento del momento es cómo defender los cuantiosos
recursos naturales de América Latina y utilizarlos en forma concertada
para armar la Patria Grande.
Hay también en el libro que presentamos penetrantes respuestas de Alí
sobre el derrumbe del llamado socialismo real, el modelo de sociedad
que se estructuró en la Unión Soviética y la Europa del Este, el
estalinismo.
Y por supuesto, el capítulo VIII llamado el horizonte bolivariano es
una muestra feliz de la combinación del curtido luchador, el teórico en
contacto con la práctica, el revolucionario incansable que no abjura de
los sueños, pero los mantiene siempre dentro de una modestia que en Alí
es absolutamente orgánica, genuina y una autocrítica no complaciente en
el penetrante análisis sobre el PSUV y el socialismo del siglo 21.
No hay temas prohibidos en las preguntas de Rosa Miriam ni hay respuestas evasivas por parte de Alí.
¿Cómo plantearse una revolución socialista en las particularidades de un capitalismo rentista con su correspondiente cultura?
¿Podrá el país satisfacer la demanda de alimentos de su población?
¿Cómo se resolverá la ausencia de una cultura cooperativista y comunitaria?
¿Cómo enfrentar la corrupción asociada al modelo rentista?
¿Cómo lograr que el PSUV transite de un contexto electoral a agrupar
una militancia disciplinada, profundamente ética y que se proponga metas
más elevadas que ganar unas elecciones?
¿Ha analizado el PSUV que las revoluciones pueden ser reversibles?
¿Es concebible un PSUV sin Chávez?
Estas y otras muchas preguntas responde Alí con la serenidad y la inteligencia que lo caracterizan.
Y también explica muy claramente la especificidad de la Fuerza Armada
venezolana en cuanto a tradición bolivariana, origen popular y
formación patriótica, lo cual es imprescindible para entender el
levantamiento del 4 de febrero de 1992, la trayectoria revolucionaria de
Hugo Chávez y la digna posición asumida por esa Fuerza Armada.
Hay que agradecerles a Alí y a Rosa Miriam el tener en nuestras manos
este libro que al igual que el “Chávez nuestro” de 2004 nos ayuda a
entender que el mundo mejor es posible aun en medio de infernales
dificultades y encarnizadas luchas, si contamos entre los nuestros a
compañeros como Alí Rodríguez Araque.
En el prólogo Chávez dice “Me honra sentir y saber que este hombre tan valiente como lúcido, es uno de mis seres más cercanos”.
A los cubanos nos honra sentir y saber que este hombre tan valiente
como lúcido ama profundamente a Cuba y se aplica a sí mismo la frase
martiana que en el libro menciona “Deme Venezuela en qué servirla y
tendrá en mí un hijo”.
Es bien difícil encontrar un hombre al que los viejos combatientes
guerrilleros le sigan llamando con respeto por su nombre de guerra de
entonces: Fausto, y al que hoy después de desempeñar la impresionante
lista de cargos ocupados para manejar grandes crisis, podemos decirle
con respeto y cariño entrañable: compañero Alí, gracias por haber
narrado antes de que se te olvide, pero gracias también por entregarnos
este libro que es para no olvidar.
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